Mikel Alvira: ¿Si lo que se queda quieto aprende a observar… por qué no nos paramos más a menudo?

María [Riama]:
Hola Mikel! Bienvenido a Diálogos Abiertos. Me alegra mucho tenerte por aquí. Me gustaría reflexionar contigo la pregunta: ¿Si lo que se queda quieto aprende a observar… por qué no nos paramos más a menudo? ¿Qué te viene?

Mikel Alvira:
Hola, encantado de estar aquí. Todo lo que sean conexiones sanas, es inspirador. Seguro que es este un momento de «parar y observar». Vivimos en una cultura que idolatra el movimiento, la acción inmediata, el producir sin pausa. Pararse es casi una herejía. Sin embargo, como bien dices, es en la quietud donde emerge la observación más profunda, la que va más allá de lo aparente. Y observar, con atención y sin juicio, es la antesala del entendimiento —de uno mismo, de los otros, del mundo. Yo necesito pararme. Lo he necesitado siempre. Y cada vez más. Porque si no me detengo, si no me hago silencio, no puedo escribir. No puedo pensar. No puedo sentir en profundidad. No puedo crear nada con sentido.
He aprendido que en lo que se queda quieto —un cuerpo, una idea, una mirada— hay una verdad que no se puede encontrar en el vértigo. Y, sin embargo, a menudo no nos paramos porque nos da miedo lo que pueda aflorar. Pero ahí, justo ahí, está el lugar donde nace lo verdaderamente creativo, lo que conecta con otros.

En lo inmóvil también hay viaje. Lo sé porque lo vivo cada vez que me detengo ante una página en blanco, cada vez que camino solo, cada vez que escucho más de lo que hablo. Por eso insisto en que la creatividad no se agota en producir, sino en dar sentido. Y para eso, hay que parar.

María [Riama]:
Qué bonito todo esto que compartes, hay gran sabiduría de vida detrás de cada palabra. Me siento muy identificada con lo que narras. A mí la vida también me ha hecho parar bruscamente muchas veces y ya me estoy acostumbrando incluso disfrutando de este tempo, en el que hay tiempo para la contemplación. Y ese observar tratando de percibir qué es prejuicio y qué es intuición, qué es realidad me encuentro. Y desde aquí veo que es muy locura del mundo en que nos toca vivir, donde lo irrelevante pasa a ser lo que nos lleva el tiempo y lo trascendental se ignora.

Mikel Alvira:
Qué maravilla leerte y sentir que hay un diálogo que no solo es de palabras, sino de fondo, de vivencias compartidas desde distintos lugares pero con resonancias similares. En una novela mía, un personaje decía que hay tres niveles: lo urgente, que nos ocupa constantemente / lo importante, que atendemos cuando somos conscientes / y lo esencial, que es lo poco que necesitamos y que cobra sentido cuando perdemos la vida. Sí… muchas veces es la vida la que nos detiene —a veces con suavidad, otras con brusquedad, como dices—, como si nos dijera: “ya está bien de ir sin mirar”. Y en ese parón obligatorio, cuando todo lo accesorio cae, se abre un espacio nuevo: ese tempo del que hablas, en el que contemplar no es pérdida de tiempo, sino una forma de ganarlo. Lo que dices sobre distinguir el prejuicio de la intuición me toca mucho. Porque uno de los aprendizajes más difíciles es afinar la escucha interna sin que se cuele el ruido de todo lo que nos han dicho que debemos ser, sentir o pensar. Creo que vivimos en una especie de mundo del revés. Se celebra lo inmediato y se sospecha de lo profundo. Lo urgente lo devora todo. Pero justo ahí, en ese aparente sinsentido, hay quienes —como tú, como yo, como tantos otros que quizás no hacen ruido— decidimos sostener otra forma de estar: más consciente, más honesta, más centrada en lo que realmente importa, en lo esencial.

Ese es también, en parte, el sentido de lo que escribo y de lo que intento compartir en mis charlas: no imponer verdades, sino invitar a parar, observar y redescubrir el valor de lo esencial.

María [Riama]:
Como se nota tu sensibilidad a la hora de escribir, además de las tablas que se ven se percibe eso más profundo de lo que estamos hablando. Ese caramelo que saboreas tratando de no morderlo, que cada vez que tragas te deleitas. Y es que eso debería ser la vida. El saborear las cosas. Fíjate que aunque los cocineros de alta cocina consiguen describir bastante acertadamente un sabor, hasta que no lo experimentas no tiene nada que ver porque entra el intelecto a sentir y es un lugar donde no tiene cabida. A veces deberíamos poder dar a un botón y acallar ese ruido interno que nos dificulta estar en esa quietud. Pero al final nos leemos un artículo con las 10 maneras de ser feliz y lo volvemos a meter por un lugar que no le corresponde.

Mikel Alvira:
Supongo que la edad, la experiencia, la vida consciente nos va dando pautas para separar lo que es solo surfear por la ola (leer 10 consejos, escuchar 5 tips, atender una charla…) y sumergirse en ella (entrar en acción). Estoy convencido de que aprender, mejorar, modificar hábitos… es un trabajo, un trabajo duro. No basta con pararse y decirse «quiero cambiar»; hay que trabajar duro con disciplina, autocomplacencia, una justa autovisión y una sólida autoestima. Qué imagen tan poderosa la del caramelo… Me ha encantado. Ese gesto de saborear sin morder, de resistirse a la prisa, de dejar que algo —como la vida misma— se disuelva en su propio ritmo, sin necesidad de acelerarlo. Qué difícil… y qué necesario. Lo que dices de los sabores tiene todo el sentido. Por mucho que los describamos con palabras, hay experiencias que solo se entienden cuando se viven. Y el pensamiento, con toda su potencia, a veces irrumpe como un invitado incómodo en ese tipo de vivencias que no son para entender, sino para sentir. Y sentir es todo un trabajo. Al menos, obtener conclusiones de lo que sentimos. Si no, sería todo demasiado emocional o demasiado racional. Ese ruido interno del que hablas, lo conozco bien. Y no se calla del todo, al menos no siempre. Pero he aprendido a dialogar con él. En mi libro Mentalidad Creativa, uno de los hilos que más trabajo es precisamente ese: cómo pasar del pensamiento repetitivo, del juicio automático, a un espacio de conciencia activa que nos permita crear —y vivir— desde otro lugar. No con recetas fáciles, no con listas de instrucciones, sino con pausas reales, con entrenamiento, con propósito. Porque la creatividad, igual que la vida, también se saborea. Como si quisiéramos domesticar lo salvaje de vivir. Quizá, como dices, habría que dejar de leer tanto cómo se vive… y empezar a vivir más.

María [Riama]:
Totalmente… dejar de teorizar con la vida, dejar de planearla, dejar que ocurra con los brazos abiertos… sin expectativas. Solo con ilusión. Y lo que dices de la mente creativa creo que a mí es de las cosas que más me han ayudado. El detectar algo que no me gusta y plantear otras opciones, redefinir los conceptos, cuestionar las percepciones, imaginar otros escenarios. Te salva, te salva de ese pensamiento rumiante en el que te declaras víctima y te ancla al pasado que repites una y otra vez, es como los antiguos discos cuando se enganchaban en un punto y tenías que levantar la aguja y poner un poco más adelante. Pero por orgullo, por miedo, por miles de razones nos quedamos enganchados… y es ahí donde la creatividad nos salva… y también aceptar que la vida no es negociable, y que por mucho que te apeteciera escuchar esa canción entera no va a ser… ¿lo llamarías humildad?

Mikel Alvira:
Sí… lo llamaría humildad. Pero no una humildad impostada ni confundida con resignación, no la humildad judeocristiana tan mal entendida, sino esa humildad honda, humanista, liberadora, casi silenciosa, que aparece cuando comprendes que no todo depende de ti, y sin embargo, tú decides seguir creando, seguir viviendo, seguir ilusionándote. Imagino que a medio camino entre el estoicismo y el budismo. Muy en la línea de Pablo D’Ors.

Respecto a la creatividad, sí. en efecto. Lo que dices me resuena muchísimo. Yo también creo —y lo he experimentado— que la creatividad salva. No solo en el plano artístico, sino en lo cotidiano, en lo emocional, en lo más íntimo. Ese gesto de “levantar la aguja del disco” y decir: aquí me bajo del bucle, aquí dejo de repetir lo que me hace daño, aquí me atrevo a pensar de otro modo… eso es, para mí, el núcleo de una mentalidad creativa. Estoy convencido de que no se trata de inventar nada grandioso, sino de tener la valentía de cuestionar lo que damos por hecho, redefinir lo que creemos inamovible, imaginar alternativas incluso en lo que parece cerrado. Y sí, como tú dices, eso nos salva del victimismo, del ruido mental, de ese pasado que nos quiere retener como si no tuviéramos derecho a movernos.

Y me encanta cómo lo has dicho: vivir sin expectativas, solo con ilusión. Qué claridad tan difícil y tan bella. Tal vez ahí esté la clave: soltar el control sin rendirse, abrir los brazos sin dejar de discernir, vivir sin guion… pero con propósito porque si no, nos convertimos en unos happyflowers y de eso nada.

María [Riama]:
Es verdad esa palabra humildad como tantas otras está dotada de muchos significados… y detrás muchas veces hay una falsa humildad, un ego que quiere sentirse importante. Y es algo que nos pasa a todos, mantener el ego tranquilito es una tarea para mí imprescindible para llegar a la humildad que bien describes. Esa humildad que nos enseña lo que muchísimas vidas se lo han planteado antes que nosotros y que nos han abierto caminos por los que transitar, pero hay que transitarlos, no vale que lo hagan por uno mismo. Y eso entran los happyflowers y como leí el otro día las frases de taza. Hay que bajar muy profundo, en soledad y con mucha valentía para poder hacer una limpieza profunda de todo aquello que vamos metiendo en nuestra mochila vital, tantas cosas que no sirven para nada o más aún restan. Efectivamente llegas a una edad, a unas vivencias que ya te vuelves muy selectivo en lo que metes, en tu cuerpo, en tu mente, en tu vida… y creo que la clave es la simplicidad… que no la simplificación… porque la vida es muy compleja como para meterla en tips… ¿o no? Tal vez… sí se pueda… ¿qué opinas?

Mikel Alvira:
Simplificar es la clave. A todos los niveles. ¡Bastante compleja es la vida en esta cultura occidental! A mí me ayuda mucho seleccionar. Soy cada vez más selectivo. Y más que acumular, elijo simplificar. No reducir la vida a tópicos ni a frases de taza —que a veces dicen verdades, pero sin contexto se vuelven vacías—, sino buscar lo esencial. Yo mismo en una charla TEDx hablaba de eso, de las frases de taza. Como dices: simplificar no es simplismo. Es discernir. Es hacer espacio. Y eso, en mi caso, se aplica a todo: a las palabras que escribo, a los vínculos que cuido, a los pensamientos que alimento, a los objetos que acumulo. Con frecuencia arraso con mi trastero, mis armarios, mis cajones, los libros de la biblioteca o los adornos de la casa. La vida es compleja, sí, pero eso no significa que debamos vivirla de forma complicada. De ahí la importancia de la simplicidad: no como receta, sino como orientación. No como atajo, sino como depuración. Tal vez la clave esté en eso que intuyes: no se trata de meter la vida en tips, sino de sacar de ella lo que de verdad nos sirve para vivirla mejor. Por eso digo que vivo sereno, porque he eliminado mucho ruido de mi vida.

María [Riama]:
Me siento muy identificada con tus palabras… me encanta la sensación de hacer limpieza… me provoca una felicidad, una liviandad… como si cada cosa que dejaras ir te quitara peso…

Mikel Alvira:
Nuestro tiempo, nuestro espacio, nuestras posibilidades, nuestras neuronas, nuestros afectos, nuestras estanterías no son infinitas. Saber discernir es saber vivir acorde con nuestras posibilidades. Escoger lo que sí, saber decir que no, atender son parte del camino hacia la serenidad.

María [Riama]:
Cierto! y a todo esto le añadiría una capa de renovación, de estrenar, de crear nuevas vidas dentro de la propia vida… nuevos inicios… y creo que en esto tiene mucho que ver la mente creativa… necesita de reconfiguración constante para ilusionarte como si lo antiguo se quedara mustio….

Mikel Alvira:
Te agradezco mucho lo que estás compartiendo porque me permite matizar algo que para mí es fundamental: yo no soy de dar consejos. Ni lo pretendo. Aunque dé charlas, conferencias o me inviten a espacios para hablar, siempre lo hago desde una gran prudencia, porque lo único que puedo ofrecer con honestidad es mi experiencia, mi mirada, lo que a mí me ha servido o me ha dolido o me ha transformado. No siento que tenga ninguna cátedra que impartir, ni una verdad que imponer. No creo en eso. Creo en las conversaciones auténticas, en el valor de compartir el camino, en la posibilidad de que lo que uno ha vivido resuene en otro, pero sin dogma. Porque mi perspectiva no es la única, ni la mejor, simplemente es la mía.
Por eso, incluso cuando hablo en público, trato de no llenar el espacio de certezas. Prefiero abrir preguntas, dejar espacio al que escucha para que interprete, para que discuta internamente si eso le vale o no. Me interesa más provocar una reflexión que dar una fórmula.

Y tal vez por eso mismo conecto tanto con la simplicidad: porque cuanto más camino, más claro tengo que vivir no es recitar lecciones, sino compartir vivencias con humildad, con escucha y con propósito.

María [Riama]:
Creo que la virtud es más un inspirar que un influir. Un contar nuestra singular manera de ver el mundo para crear esos lugares donde pueda despertar en el otro ese espacio tan necesario de reflexión, donde todo es posible… donde la divergencia es el camino…. porque de otra manera sería una mentira como bien dice Nietzsche, una frase que cito mucho… “mi verdad si la dices tú es mentira”…. y es que es así… la verdad solo existe en lo más profundo de nosotros mismos cuando logramos ver todo el ruido que nos distorsiona la percepción. Es muy bonito el trabajo que haces y muy necesario… el mostrar otras maneras… sin lecciones, solo con humildad!! Es un animar más que un adoctrinar… que es donde mucha gente se sitúa…

Mikel Alvira:
Me siento profundamente identificado con esa idea: inspirar más que influir. Me parece clave. Justo eso es lo que intento hacer en mi trabajo —en lo que escribo, en lo que comparto en una charla, incluso en una conversación como esta—: no marcar un camino, sino simplemente mostrar que hay otros caminos posibles. Porque, como bien dices, cada verdad es profundamente personal, y solo cobra sentido cuando nace desde dentro, no cuando se repite desde fuera. Por eso intento no convencer, sino contar. No imponer, sino ofrecer. Y ahí entra, como dices tú, el valor de la divergencia, de la posibilidad, del pensamiento no domesticado. Me emociona que digas que lo que hago puede servir para “mostrar otras maneras sin lecciones”. Ojalá sea así. Ojalá sirva para eso: para animar a quien me lee o me escucha a detenerse, a mirar distinto, a hacerse nuevas preguntas. Con humildad, sin recetas. Solo como quien enciende una chispa… y deja que cada cual haga su propio fuego.
Tengo la fortuna de acompañar empresas en sus procesos de comunicación interna o externa, en sus estrategias de comunicación o campañas de publicidad y siempre, siempre me baso más en las preguntas que les hago o que se hacen que en las recetas infalibles que les ofrezco porque estoy convencido de que no hay recetas infalibles. El día que venda certidumbres, no seré yo.

María [Riama]:
Qué preciosa frase para terminar este diálogo: El día que venda certidumbre, no seré yo!!!… para terminar en algún punto… porque podríamos seguir y seguir… ¿qué pregunta dejarías en el aire?

Mikel Alvira:
A ver, que piense… Las preguntas son tantas… Gracias de corazón por este intercambio tan genuino, tan lleno de sentido. Es verdad, podríamos seguir y seguir… Y quizá lo más honesto sea no cerrar del todo, sino dejar algo en suspenso, como ocurre con las conversaciones que realmente nos tocan. Gracias por la escucha, por la sintonía. Ha sido un placer. Y porque ahí, en ese espacio entre el no saber y el querer comprender, es donde nace —creo yo— la verdadera transformación y la verdadera creatividad. Si tuviera que dejar una pregunta en el aire, sería esta:

¿Qué pasaría si en lugar de buscar respuestas, nos atreviéramos a habitar las preguntas?

María [Riama]:
Me encanta esa pregunta y me parece muy chulo que lo digas porque es algo que digo mucho yo… Lo rico es la pregunta, no la respuesta… en la pregunta hay curiosidad, cambio… se abren oportunidades… pero nos obsesionamos con responderlas, cuanto antes respondamos (parece que tenemos prisa por responder) cerramos puertas de aprendizaje… Mi pregunta sería:

¿Eres capaz de observar cuántas versiones de ti mismo habitan en ti?

Muchísimas gracias, Mikel, por compartir este momento de sinceridad y de generosidad. Ha sido un auténtico placer tenerte aquí… ¡hasta la próxima!

Mikel Alvira:
Placer correspondido. Nos emplazamos a más preguntas y más complicidad. ¡Hasta la próxima!


Mikel Alvira | CREATIVIDAD al servicio de un propósito. Activar la comunicación y la narrativa de marcas y equipos desde El Efecto Salmón I Escritor | Speaker I Estratega creativo I Fundador Reiner Lab y Desafío Más