Mikel Alvira: ¿Si lo que se queda quieto aprende a observar… por qué no nos paramos más a menudo?

María [Riama]:
Hola Mikel! Bienvenido a Diálogos Abiertos. Me alegra mucho tenerte por aquí. Me gustaría reflexionar contigo la pregunta: ¿Si lo que se queda quieto aprende a observar… por qué no nos paramos más a menudo? ¿Qué te viene?

Mikel Alvira:
Hola, encantado de estar aquí. Todo lo que sean conexiones sanas, es inspirador. Seguro que es este un momento de «parar y observar». Vivimos en una cultura que idolatra el movimiento, la acción inmediata, el producir sin pausa. Pararse es casi una herejía. Sin embargo, como bien dices, es en la quietud donde emerge la observación más profunda, la que va más allá de lo aparente. Y observar, con atención y sin juicio, es la antesala del entendimiento —de uno mismo, de los otros, del mundo. Yo necesito pararme. Lo he necesitado siempre. Y cada vez más. Porque si no me detengo, si no me hago silencio, no puedo escribir. No puedo pensar. No puedo sentir en profundidad. No puedo crear nada con sentido.
He aprendido que en lo que se queda quieto —un cuerpo, una idea, una mirada— hay una verdad que no se puede encontrar en el vértigo. Y, sin embargo, a menudo no nos paramos porque nos da miedo lo que pueda aflorar. Pero ahí, justo ahí, está el lugar donde nace lo verdaderamente creativo, lo que conecta con otros.

En lo inmóvil también hay viaje. Lo sé porque lo vivo cada vez que me detengo ante una página en blanco, cada vez que camino solo, cada vez que escucho más de lo que hablo. Por eso insisto en que la creatividad no se agota en producir, sino en dar sentido. Y para eso, hay que parar.

María [Riama]:
Qué bonito todo esto que compartes, hay gran sabiduría de vida detrás de cada palabra. Me siento muy identificada con lo que narras. A mí la vida también me ha hecho parar bruscamente muchas veces y ya me estoy acostumbrando incluso disfrutando de este tempo, en el que hay tiempo para la contemplación. Y ese observar tratando de percibir qué es prejuicio y qué es intuición, qué es realidad me encuentro. Y desde aquí veo que es muy locura del mundo en que nos toca vivir, donde lo irrelevante pasa a ser lo que nos lleva el tiempo y lo trascendental se ignora.

Mikel Alvira:
Qué maravilla leerte y sentir que hay un diálogo que no solo es de palabras, sino de fondo, de vivencias compartidas desde distintos lugares pero con resonancias similares. En una novela mía, un personaje decía que hay tres niveles: lo urgente, que nos ocupa constantemente / lo importante, que atendemos cuando somos conscientes / y lo esencial, que es lo poco que necesitamos y que cobra sentido cuando perdemos la vida. Sí… muchas veces es la vida la que nos detiene —a veces con suavidad, otras con brusquedad, como dices—, como si nos dijera: “ya está bien de ir sin mirar”. Y en ese parón obligatorio, cuando todo lo accesorio cae, se abre un espacio nuevo: ese tempo del que hablas, en el que contemplar no es pérdida de tiempo, sino una forma de ganarlo. Lo que dices sobre distinguir el prejuicio de la intuición me toca mucho. Porque uno de los aprendizajes más difíciles es afinar la escucha interna sin que se cuele el ruido de todo lo que nos han dicho que debemos ser, sentir o pensar. Creo que vivimos en una especie de mundo del revés. Se celebra lo inmediato y se sospecha de lo profundo. Lo urgente lo devora todo. Pero justo ahí, en ese aparente sinsentido, hay quienes —como tú, como yo, como tantos otros que quizás no hacen ruido— decidimos sostener otra forma de estar: más consciente, más honesta, más centrada en lo que realmente importa, en lo esencial.

Ese es también, en parte, el sentido de lo que escribo y de lo que intento compartir en mis charlas: no imponer verdades, sino invitar a parar, observar y redescubrir el valor de lo esencial.

María [Riama]:
Como se nota tu sensibilidad a la hora de escribir, además de las tablas que se ven se percibe eso más profundo de lo que estamos hablando. Ese caramelo que saboreas tratando de no morderlo, que cada vez que tragas te deleitas. Y es que eso debería ser la vida. El saborear las cosas. Fíjate que aunque los cocineros de alta cocina consiguen describir bastante acertadamente un sabor, hasta que no lo experimentas no tiene nada que ver porque entra el intelecto a sentir y es un lugar donde no tiene cabida. A veces deberíamos poder dar a un botón y acallar ese ruido interno que nos dificulta estar en esa quietud. Pero al final nos leemos un artículo con las 10 maneras de ser feliz y lo volvemos a meter por un lugar que no le corresponde.

Mikel Alvira:
Supongo que la edad, la experiencia, la vida consciente nos va dando pautas para separar lo que es solo surfear por la ola (leer 10 consejos, escuchar 5 tips, atender una charla…) y sumergirse en ella (entrar en acción). Estoy convencido de que aprender, mejorar, modificar hábitos… es un trabajo, un trabajo duro. No basta con pararse y decirse «quiero cambiar»; hay que trabajar duro con disciplina, autocomplacencia, una justa autovisión y una sólida autoestima. Qué imagen tan poderosa la del caramelo… Me ha encantado. Ese gesto de saborear sin morder, de resistirse a la prisa, de dejar que algo —como la vida misma— se disuelva en su propio ritmo, sin necesidad de acelerarlo. Qué difícil… y qué necesario. Lo que dices de los sabores tiene todo el sentido. Por mucho que los describamos con palabras, hay experiencias que solo se entienden cuando se viven. Y el pensamiento, con toda su potencia, a veces irrumpe como un invitado incómodo en ese tipo de vivencias que no son para entender, sino para sentir. Y sentir es todo un trabajo. Al menos, obtener conclusiones de lo que sentimos. Si no, sería todo demasiado emocional o demasiado racional. Ese ruido interno del que hablas, lo conozco bien. Y no se calla del todo, al menos no siempre. Pero he aprendido a dialogar con él. En mi libro Mentalidad Creativa, uno de los hilos que más trabajo es precisamente ese: cómo pasar del pensamiento repetitivo, del juicio automático, a un espacio de conciencia activa que nos permita crear —y vivir— desde otro lugar. No con recetas fáciles, no con listas de instrucciones, sino con pausas reales, con entrenamiento, con propósito. Porque la creatividad, igual que la vida, también se saborea. Como si quisiéramos domesticar lo salvaje de vivir. Quizá, como dices, habría que dejar de leer tanto cómo se vive… y empezar a vivir más.

María [Riama]:
Totalmente… dejar de teorizar con la vida, dejar de planearla, dejar que ocurra con los brazos abiertos… sin expectativas. Solo con ilusión. Y lo que dices de la mente creativa creo que a mí es de las cosas que más me han ayudado. El detectar algo que no me gusta y plantear otras opciones, redefinir los conceptos, cuestionar las percepciones, imaginar otros escenarios. Te salva, te salva de ese pensamiento rumiante en el que te declaras víctima y te ancla al pasado que repites una y otra vez, es como los antiguos discos cuando se enganchaban en un punto y tenías que levantar la aguja y poner un poco más adelante. Pero por orgullo, por miedo, por miles de razones nos quedamos enganchados… y es ahí donde la creatividad nos salva… y también aceptar que la vida no es negociable, y que por mucho que te apeteciera escuchar esa canción entera no va a ser… ¿lo llamarías humildad?

Mikel Alvira:
Sí… lo llamaría humildad. Pero no una humildad impostada ni confundida con resignación, no la humildad judeocristiana tan mal entendida, sino esa humildad honda, humanista, liberadora, casi silenciosa, que aparece cuando comprendes que no todo depende de ti, y sin embargo, tú decides seguir creando, seguir viviendo, seguir ilusionándote. Imagino que a medio camino entre el estoicismo y el budismo. Muy en la línea de Pablo D’Ors.

Respecto a la creatividad, sí. en efecto. Lo que dices me resuena muchísimo. Yo también creo —y lo he experimentado— que la creatividad salva. No solo en el plano artístico, sino en lo cotidiano, en lo emocional, en lo más íntimo. Ese gesto de “levantar la aguja del disco” y decir: aquí me bajo del bucle, aquí dejo de repetir lo que me hace daño, aquí me atrevo a pensar de otro modo… eso es, para mí, el núcleo de una mentalidad creativa. Estoy convencido de que no se trata de inventar nada grandioso, sino de tener la valentía de cuestionar lo que damos por hecho, redefinir lo que creemos inamovible, imaginar alternativas incluso en lo que parece cerrado. Y sí, como tú dices, eso nos salva del victimismo, del ruido mental, de ese pasado que nos quiere retener como si no tuviéramos derecho a movernos.

Y me encanta cómo lo has dicho: vivir sin expectativas, solo con ilusión. Qué claridad tan difícil y tan bella. Tal vez ahí esté la clave: soltar el control sin rendirse, abrir los brazos sin dejar de discernir, vivir sin guion… pero con propósito porque si no, nos convertimos en unos happyflowers y de eso nada.

María [Riama]:
Es verdad esa palabra humildad como tantas otras está dotada de muchos significados… y detrás muchas veces hay una falsa humildad, un ego que quiere sentirse importante. Y es algo que nos pasa a todos, mantener el ego tranquilito es una tarea para mí imprescindible para llegar a la humildad que bien describes. Esa humildad que nos enseña lo que muchísimas vidas se lo han planteado antes que nosotros y que nos han abierto caminos por los que transitar, pero hay que transitarlos, no vale que lo hagan por uno mismo. Y eso entran los happyflowers y como leí el otro día las frases de taza. Hay que bajar muy profundo, en soledad y con mucha valentía para poder hacer una limpieza profunda de todo aquello que vamos metiendo en nuestra mochila vital, tantas cosas que no sirven para nada o más aún restan. Efectivamente llegas a una edad, a unas vivencias que ya te vuelves muy selectivo en lo que metes, en tu cuerpo, en tu mente, en tu vida… y creo que la clave es la simplicidad… que no la simplificación… porque la vida es muy compleja como para meterla en tips… ¿o no? Tal vez… sí se pueda… ¿qué opinas?

Mikel Alvira:
Simplificar es la clave. A todos los niveles. ¡Bastante compleja es la vida en esta cultura occidental! A mí me ayuda mucho seleccionar. Soy cada vez más selectivo. Y más que acumular, elijo simplificar. No reducir la vida a tópicos ni a frases de taza —que a veces dicen verdades, pero sin contexto se vuelven vacías—, sino buscar lo esencial. Yo mismo en una charla TEDx hablaba de eso, de las frases de taza. Como dices: simplificar no es simplismo. Es discernir. Es hacer espacio. Y eso, en mi caso, se aplica a todo: a las palabras que escribo, a los vínculos que cuido, a los pensamientos que alimento, a los objetos que acumulo. Con frecuencia arraso con mi trastero, mis armarios, mis cajones, los libros de la biblioteca o los adornos de la casa. La vida es compleja, sí, pero eso no significa que debamos vivirla de forma complicada. De ahí la importancia de la simplicidad: no como receta, sino como orientación. No como atajo, sino como depuración. Tal vez la clave esté en eso que intuyes: no se trata de meter la vida en tips, sino de sacar de ella lo que de verdad nos sirve para vivirla mejor. Por eso digo que vivo sereno, porque he eliminado mucho ruido de mi vida.

María [Riama]:
Me siento muy identificada con tus palabras… me encanta la sensación de hacer limpieza… me provoca una felicidad, una liviandad… como si cada cosa que dejaras ir te quitara peso…

Mikel Alvira:
Nuestro tiempo, nuestro espacio, nuestras posibilidades, nuestras neuronas, nuestros afectos, nuestras estanterías no son infinitas. Saber discernir es saber vivir acorde con nuestras posibilidades. Escoger lo que sí, saber decir que no, atender son parte del camino hacia la serenidad.

María [Riama]:
Cierto! y a todo esto le añadiría una capa de renovación, de estrenar, de crear nuevas vidas dentro de la propia vida… nuevos inicios… y creo que en esto tiene mucho que ver la mente creativa… necesita de reconfiguración constante para ilusionarte como si lo antiguo se quedara mustio….

Mikel Alvira:
Te agradezco mucho lo que estás compartiendo porque me permite matizar algo que para mí es fundamental: yo no soy de dar consejos. Ni lo pretendo. Aunque dé charlas, conferencias o me inviten a espacios para hablar, siempre lo hago desde una gran prudencia, porque lo único que puedo ofrecer con honestidad es mi experiencia, mi mirada, lo que a mí me ha servido o me ha dolido o me ha transformado. No siento que tenga ninguna cátedra que impartir, ni una verdad que imponer. No creo en eso. Creo en las conversaciones auténticas, en el valor de compartir el camino, en la posibilidad de que lo que uno ha vivido resuene en otro, pero sin dogma. Porque mi perspectiva no es la única, ni la mejor, simplemente es la mía.
Por eso, incluso cuando hablo en público, trato de no llenar el espacio de certezas. Prefiero abrir preguntas, dejar espacio al que escucha para que interprete, para que discuta internamente si eso le vale o no. Me interesa más provocar una reflexión que dar una fórmula.

Y tal vez por eso mismo conecto tanto con la simplicidad: porque cuanto más camino, más claro tengo que vivir no es recitar lecciones, sino compartir vivencias con humildad, con escucha y con propósito.

María [Riama]:
Creo que la virtud es más un inspirar que un influir. Un contar nuestra singular manera de ver el mundo para crear esos lugares donde pueda despertar en el otro ese espacio tan necesario de reflexión, donde todo es posible… donde la divergencia es el camino…. porque de otra manera sería una mentira como bien dice Nietzsche, una frase que cito mucho… “mi verdad si la dices tú es mentira”…. y es que es así… la verdad solo existe en lo más profundo de nosotros mismos cuando logramos ver todo el ruido que nos distorsiona la percepción. Es muy bonito el trabajo que haces y muy necesario… el mostrar otras maneras… sin lecciones, solo con humildad!! Es un animar más que un adoctrinar… que es donde mucha gente se sitúa…

Mikel Alvira:
Me siento profundamente identificado con esa idea: inspirar más que influir. Me parece clave. Justo eso es lo que intento hacer en mi trabajo —en lo que escribo, en lo que comparto en una charla, incluso en una conversación como esta—: no marcar un camino, sino simplemente mostrar que hay otros caminos posibles. Porque, como bien dices, cada verdad es profundamente personal, y solo cobra sentido cuando nace desde dentro, no cuando se repite desde fuera. Por eso intento no convencer, sino contar. No imponer, sino ofrecer. Y ahí entra, como dices tú, el valor de la divergencia, de la posibilidad, del pensamiento no domesticado. Me emociona que digas que lo que hago puede servir para “mostrar otras maneras sin lecciones”. Ojalá sea así. Ojalá sirva para eso: para animar a quien me lee o me escucha a detenerse, a mirar distinto, a hacerse nuevas preguntas. Con humildad, sin recetas. Solo como quien enciende una chispa… y deja que cada cual haga su propio fuego.
Tengo la fortuna de acompañar empresas en sus procesos de comunicación interna o externa, en sus estrategias de comunicación o campañas de publicidad y siempre, siempre me baso más en las preguntas que les hago o que se hacen que en las recetas infalibles que les ofrezco porque estoy convencido de que no hay recetas infalibles. El día que venda certidumbres, no seré yo.

María [Riama]:
Qué preciosa frase para terminar este diálogo: El día que venda certidumbre, no seré yo!!!… para terminar en algún punto… porque podríamos seguir y seguir… ¿qué pregunta dejarías en el aire?

Mikel Alvira:
A ver, que piense… Las preguntas son tantas… Gracias de corazón por este intercambio tan genuino, tan lleno de sentido. Es verdad, podríamos seguir y seguir… Y quizá lo más honesto sea no cerrar del todo, sino dejar algo en suspenso, como ocurre con las conversaciones que realmente nos tocan. Gracias por la escucha, por la sintonía. Ha sido un placer. Y porque ahí, en ese espacio entre el no saber y el querer comprender, es donde nace —creo yo— la verdadera transformación y la verdadera creatividad. Si tuviera que dejar una pregunta en el aire, sería esta:

¿Qué pasaría si en lugar de buscar respuestas, nos atreviéramos a habitar las preguntas?

María [Riama]:
Me encanta esa pregunta y me parece muy chulo que lo digas porque es algo que digo mucho yo… Lo rico es la pregunta, no la respuesta… en la pregunta hay curiosidad, cambio… se abren oportunidades… pero nos obsesionamos con responderlas, cuanto antes respondamos (parece que tenemos prisa por responder) cerramos puertas de aprendizaje… Mi pregunta sería:

¿Eres capaz de observar cuántas versiones de ti mismo habitan en ti?

Muchísimas gracias, Mikel, por compartir este momento de sinceridad y de generosidad. Ha sido un auténtico placer tenerte aquí… ¡hasta la próxima!

Mikel Alvira:
Placer correspondido. Nos emplazamos a más preguntas y más complicidad. ¡Hasta la próxima!


Mikel Alvira | CREATIVIDAD al servicio de un propósito. Activar la comunicación y la narrativa de marcas y equipos desde El Efecto Salmón I Escritor | Speaker I Estratega creativo I Fundador Reiner Lab y Desafío Más

David Parejo: ¿Podemos aceptar a las personas?

CHO – Chief Holistic Officer – Conscious Heart Oracle

María [Riama]:
Hola David! Bienvenido a Diálogos Abiertos. Hoy quería profundizar contigo el concepto: ¿Podemos aceptar a las personas?

David Parejo:
Aceptamos a las personas cuando nos aceptamos a nosotros mismos.

María [Riama]:
¡Cierto! Aunque yo creo que a las personas no se las puede aceptar. ¿Quiénes somos?¿Jueces? Creo que va más por aceptar opiniones, comportamientos… En aceptar a alguien siento que de alguna manera nos ponemos por encima, como: tienes el honor de ser aceptado por mí… no sé, ¿tú qué piensas?

David Parejo:
El juicio es algo muy arraigado en nuestra personalidad. El aceptar o no, es una palabra con significados múltiples. Lo importante es desde dónde lo haces, si lo haces desde tu parte más auténtica, desde el corazón, la aceptación se convierte en un espejo que permite entender a las personas a un nivel más profundo.

María [Riama]:
Claro, y aquí entra lo que tú decías con aceptarnos a nosotros mismos. Porque al final el otro, en muchos casos, es como bien dices nuestro espejo. Incluso cuando elogiamos a alguien estamos diciendo mucho más de nosotros, qué valoramos, cuáles son nuestros principios. Qué difícil es ver al otro sin nuestra propia distorsión…

David Parejo:
Todo y todos en la vida son espejos de nosotros mismos que nos ayudan a aprender facetas que tenemos pendientes.

María [Riama]:
Al final hay algo de separar la paja del grano. Ver qué cosas del otro somos nosotros y qué cosas les pertenecen a ellos. Supongo que la virtud es no juzgar ni a nosotros ni a los otros. Simplemente observar y aprender… descubrirnos… y finalmente aceptarnos. Y en esa propia aceptación entiendo que entra el cambio, la mejora, dejamos de identificarnos… pero ¿cómo se llega a esto sin autodescubrimiento?

David Parejo:
Bidireccional, uno refuerza al otro. La pregunta es: ¿qué es primero, el huevo o la gallina…?

María [Riama]:
¡Buena pregunta! Supongo que no podemos esperar que los otros lleguen al mismo lugar, eso sería fantástico… pero no todo el mundo está dispuesto… curioso, ¿verdad? Lo que más bienestar puede producir es de lo que más huimos. ¿Por qué será?

David Parejo:
Cada un@ está en la parte del camino que le corresponde, no podemos forzar cambios en otras personas, simplemente vivir los nuestros y generar efectos ‘ripple’ de las frecuencias en las que nos movemos.

María [Riama]:
¿Qué es el efecto ripple?

David Parejo:
El efecto onda expansiva de frecuencias que capta vibraciones similares y las atrae.

María [Riama]:
¡Ala, qué chulo! Investigaré en ello… Otra reflexión que me venía es que en español “ser” y “estar” son diferentes, pero en otros idiomas como el inglés es la misma palabra… pero se pierde ese matiz. Estar es una actitud, es temporal… y ser es algo más profundo. ¿Cómo lo vives tú que vives con ese idioma?

David Parejo:
Qué buena pregunta, To be or not to be 😉 Esa connotación pasa desapercibida en la mayoría de los casos, yo la veo como un guiño al Ser y al sentir, más que al estar y al hacer. Al fin y al cabo somos ‘Human Beings’, Seres Humanos, no Human Doing.

María [Riama]:
¡Cierto! Pero mira… “estoy alegre” o “soy alegre” cambia un montón. Uno es ahora mismo y el otro es una actitud ante la vida… No es tanto el hacer sino el estar… A veces “estoy pesimista” alivia más que “soy pesimista”… porque mañana puedo estar optimista…

David Parejo:
Um, esto me recuerda a un workshop reciente donde el ponente dijo algo que me resonó mucho. Su hija Alia estaba triste y alguien le dijo, ‘You are sad’, ella respondió, ‘I am not sad, I am Alia having a sad moment’. La sabiduría está en las palabras y en todas las edades.

María [Riama]:
¡Qué bueno! ¡Qué sabia la chica! Es verdad que entendiendo lo que te pasa, las palabras vienen solas… Lo único tal vez es que necesitas más para expresarte… Tal vez el error es tratar de expresarnos con brevedad… Tal vez necesitemos mucho más contexto y aquí lo enlazamos con lo primero que conversábamos… el conocerse… ¡todo al final pasa por ahí!

María [Riama]:
Expresarnos con libertad, sin miedo a ser juzgados. ¡Qué valioso es la sinceridad! No frente al otro sino a nosotros mismos… pero la que viene de lo que sentimos… Ese matiz creo que marca la diferencia. ¿A ti qué te parece?

David Parejo:
Sí, no, y las dos a la vez 😉 Las palabras y el lenguaje han sido una herramienta fundamental en la evolución del ser humano y en la comunicación verbal. No quita que la comunicación va más allá de las palabras: la comunicación no verbal, la corporal, gestos, sin olvidar el espacio entre las letras y el silencio entre las palabras. Hay veces que en esos espacios y en ese silencio hay mucho más contenido que en todo lo que decimos.

María [Riama]:
Me encanta que pongas el foco ahí… Es un espacio al que dedico mucha observación… ¿Qué más hay fuera de las palabras? Nos obsesionamos demasiado con el contenido, pero como sabiamente dices, ocurren muchas más cosas que a veces nos están dando mucha más información.
Incluso usar la palabra “información” ya la estoy metiendo en el intelecto y no va por ahí.

María [Riama]:
Para terminar, David… ¿qué pregunta dejarías en el aire que sientes que es necesaria para que la gente la reflexione?

David Parejo:
Lo llevaría a lo más sencillo: ¿Cómo puedo reconectar con mi niñ@ interior para recordar la alegría con la que vinimos a vivir esta aventura que es la vida?

María [Riama]:
Qué buena pregunta… y qué bonito sería conseguirlo, ¿verdad? La mía sería, volviendo al tema de la conversación:
¿Y si no se tratase de aceptar a las personas sino de sentirlas?

Muchas gracias, David, por tu tiempo y tu mirada sencilla… súper necesaria en este mundo complicado que nos hemos creado.

David Parejo:
Estoy contigo, volver a sentir el niño que llevamos dentro nos llevará a una aceptación incondicional basada en Amor Puro. Gracias a ti por este diálogo delicioso. 🙏


David Parejo | CHO – Chief Holistic Officer – Conscious Heart Oracle

Benja Orts: ¿Quién trae el futuro al presente: la imaginación que abre o el diseño que concreta?

María [Riama]:
Hola Benja!! Bienvenido a Diálogos Abiertos. Hoy la pregunta que me gustaría profundizar contigo es:
¿Quién trae el futuro al presente: la imaginación que abre o el diseño que concreta?

Benja Orts:
Buenos días, María! Gracias a ti por la invitación a este diálogo abierto.
¡Qué buena pregunta! Pues me viene que imaginación y diseño están profundamente conectados. Ambos son, para mí, caminos de exploración que nos permiten traer el futuro al presente.
Me gusta pensar que cuando imaginamos (y abrimos) ya estamos diseñando en cierto modo. Y que, al concretar una idea, un producto o un proyecto, tampoco dejamos de imaginar, seguimos abriendo nuevas posibilidades, incluso mientras tomamos decisiones.
Ese ir y venir, entre abrir y concretar, a veces casi de forma simultánea, me parece un recorrido muy rico de transitar.

María [Riama]:
La verdad que sí! Es un lugar muy rico para la imaginación. Pero a mí la duda que me surge es: cuando hacemos este “juego” de imaginar futuros, que es muy estimulante, ¿qué es lo que estamos haciendo realmente? El diseño y la imaginación es traer el futuro al presente… la imaginación diverge y el diseño converge…
¿Cómo podemos converger algo que no existe?

Benja Orts:
Bueno, me viene que cuando diseñamos un producto, una vivienda, o una obra de arte, también estamos de alguna manera trayendo el futuro al presente, y convergiendo algo que imaginamos y que no existe.
Quizás la diferencia está en el tipo de futuro que imaginamos, cuanto más lejano, más necesitamos abrir y explorar antes de definir. Lo que cambia, tal vez, es la variable del tiempo. ¿Tú cómo lo ves?

María [Riama]:
Sí, es algo que llevo tiempo cuestionando. Me fascina el poder diseñar qué posibilidades nos trae el futuro. Y efectivamente cualquier cosa que no exista en el presente y se imagine, ya sea una obra de arte, un libro, un diseño… lo que sea, es traer el futuro al presente. En eso consiste crear. Pero el futuro… no sé, me parece tan variable, que entran tantos actores en ese escenario que me cuesta verlo como algo que se pueda concretar. ¿No sé si me entiendes?

Benja Orts:
Sí, te entiendo perfectamente. Es verdad que suena casi contradictorio intentar concretar algo tan lejano y cambiante como el futuro.
Me hace pensar en los escritores de ciencia ficción, que se enfrentan justo a ese reto de ponerle forma y detalle a algo tan difuso. A nivel creativo, me parece un ejercicio fascinante y muy desafiante. Es como conectar puntos dispersos en el horizonte y, desde ahí, elegir un camino que tenga coherencia con lo que cada uno quiere expresar o construir, ya sea diseñando, escribiendo o creando desde cualquier otra disciplina.

María [Riama]:
Efectivamente, esos escritores usan su imaginación libremente para crear sin límites, donde les lleve. Y comparto contigo esa fascinación por la creación. Considero que la creatividad es nuestro motor.
Pero en el caso del futuro que luego será el presente, me cuesta asociar la palabra diseño a futuro. Es algo que llevamos haciendo toda la vida, anticipar lo que viene para prepararnos. Pero considerando que solo vivimos el presente continuo, que el pasado y el futuro siempre viven el presente, son millones de presentes en continuo cambio lo que consideramos el futuro.
Para mí cualquier expectativa lleva un pre-juicio y la vida nos sorprende cada día demostrándonos que no se puede controlar el devenir de la vida.
Por eso me debato entre la fascinación que ello me provoca y la incredulidad.
¿Pensar en el futuro nos distrae del presente?

Benja Orts:
Qué buena reflexión, María!! Gracias por compartir esa visión, me siento identificado.
Yo también creo que pensar en el futuro no tiene sentido si es una forma de evasión. Tampoco lo veo como algo ajeno, siento que, de una forma u otra, todos, conscientemente o no, estamos construyendo futuros desde el presente. Coincido contigo, no se trata de controlar lo que no existe, sino a lo mejor de ser más intencionales con los caminos que elegimos recorrer. Y a la vez, es cierto que el ritmo acelerado en el que vivimos hace que el futuro parezca cada vez más inminente, casi urgente… y eso muchas veces nos saca del presente.
Yo veo ahí el desafío: imaginar sin perdernos, proyectar sin desconectarnos. Me has hecho pensar, y me encanta tu reflexión.

María [Riama]:
Gracias!! Sí, es algo que me ocupa. El estar en otro tiempo mental que el que realmente vivimos. Cada paso que damos va en una dirección y esa dirección la podemos intuir, desear, planear, pero nunca controlar. Ese control… esa necesidad tan nuestra… ¿qué esconde detrás?

Benja Orts:
Seguramente nuestros miedos. Y como tú dices, veo mucha intención de “controlar” en nuestro entorno. Aunque en entornos y presentes complejos, veo cada vez más difícil «controlar», pero siempre está ahí esta intención tan humana.
Desde el ámbito más creativo o de reflexión, me gusta imaginarme el futuro como un lienzo en blanco, un espacio para construir algo mejor.

María [Riama]:
A mí también!! Me encanta imaginar. Y me parece un ejercicio necesario para saber hacia dónde queremos ir y qué cambios tenemos que hacer para lograrlo.
Pero creo que es aquí donde reside el cambio. En cada momento actual. Lo decía Krishnamurti en su discurso de Naciones Unidas de 1985:
«If there is no fundamental change, the future is what we are doing in our lives in the present.»
Por tanto creo que el foco, aunque nos guíe como un faro al futuro, tenemos que situarlo en el presente.
¿Cómo se podrían entonces diseñar los futuros anclándolos en el presente?

Benja Orts:
Totalmente, yo veo que ese ejercicio temporal que hacemos todos, tanto si viajamos al pasado como al futuro, solo tiene sentido si lo traemos al presente; ya sea en forma de reflexión, de inspiración, para generar una conversación, un cambio, un aprendizaje, una nueva estrategia…
Para mí ese es el sentido del diseño de futuros: que tengan un sentido hoy.
Y siempre conscientes del peligro que conlleva la distorsión mental de no entender que lo único que existe es el presente.

María [Riama]:
¡Qué buena visión! Y me encanta eso que dices de distorsión mental.
Creo que uno de los problemas como sociedad es que el presente lo vemos como solución de fuegos en el caso laboral y el personal checklist. Y todo lo que nos ilusiona lo trasladamos al futuro (que nunca llega).
¿Qué pararía si entendiéramos que solo tenemos el presente?
¿Viviríamos más a lo loco o al revés… apreciando cada momento?

Benja Orts:
Sí, me siento identificado, es utilizar el futuro como una evasión: KPIs, objetivos anuales, listas de deseos… como que el presente nunca es suficiente.
Si todos viviéramos más en el presente, mejor nos iría a todos creo yo.
Aunque hay algo muy humano que es esa capacidad de proyectar, y que nos hace sentir “creadores”.
¿Cómo compaginar o equilibrar un mundo donde todos estemos más conectados con el presente, sin perder esa parte tan humana y creadora?

María [Riama]:
Supongo que pasa por la humildad: entender que no tenemos que demostrar nada, que solo tenemos que ser.
Simplificaría mucho la vida. ¿No crees?
Y para terminar, Benja, ¿qué pregunta quieres dejar en el aire?

Benja Orts:
Sí, yo también lo creo. Pues la pregunta que me viene, siguiendo el hilo de la conversación:
¿Cuándo deja la imaginación de ser solo un pensamiento y empieza a ser presente?

María [Riama]:
La mía sería:
¿Qué pequeños cambios tienes que hacer hoy para que el diseño de tu futuro sea más realizable?

Mil gracias, Benja, por tu tiempo, tu reflexión y por estar del otro lado. Un tema apasionante donde nos puede llevar la imaginación, siempre y cuando sepamos que es imaginación y no realidad.

Benja Orts:
Gracias a ti, María, por este diálogo y este intercambio de reflexiones. Me quedo con esa parte que dices, solo tenemos que ser.
Espero compartir diálogos de nuevo contigo en un futuro 😉


Benja Orts: Prospectiva estratégica & Futuros del habitar | Ayudar a organizaciones a prototipar hábitats de próxima generación mediante IA y diseño regenerativo

Lluis Pastor: ¿Qué encontramos a las afueras del lenguaje?

María [Riama]:
Bienvenido, Lluís, a Diálogos Abiertos. Hoy me gustaría reflexionar contigo la siguiente pregunta: ¿Qué encontramos a las afueras del lenguaje?

Lluís Pastor:
A las afueras del lenguaje, te diría de entrada, que no queda nada.
El lenguaje, entendido como el modo en el que ordenamos nuestros pensamientos en acción.
El lenguaje como vehículo de comunicación.
No me refiero solo al lenguaje humano, sino a los sistemas de comunicación de los seres vivos.

María [Riama]:
¿Consideras, por tanto, que todo es comunicación? ¿Hasta lo que no pasa por el intelecto?

Lluís Pastor:
Todo es comunicación.
Pensar es comunicarse con uno mismo.
Puede haber información que no pase por un cedazo consciente, pero para que la información fluya de un emisor a un receptor, hay que entender que se desarrolla en un proceso comunicativo.
A veces inconsciente… (aunque esta palabra nos llevará a confusiones).

María [Riama]:
Pero en los casos en que ni se articule palabra, que no haya pensamiento, solo una sensación, un estremecimiento, por ejemplo… ahí no hay lenguaje… tal vez sí comunicación… pero entonces… ¿Lenguaje y comunicación no van de la mano?

Lluís Pastor:
Claro que van de la mano… Incluso en el caso en el que una frase dicha o escrita no llegue a nadie, ni nadie la lea.
Los seres humanos, los sapiens sapiens, desgajamos un tipo de comunicación más abstracta que la del resto de seres vivos y la llamamos lenguaje.
Si nos atenemos a esta definición más restrictiva, podríamos decir que siempre hay comunicación, aunque no se vehicule siempre con el «lenguaje».
Pero es una visión restrictiva y supremacista, porque da por descontado que el lenguaje solo es humano.
Yo no me lo creo del todo…

María [Riama]:
Entonces, ¿existen todo tipo de lenguajes fuera de los que nosotros usamos, que conocemos? ¿Dónde haya dos seres, hay lenguaje?

Lluís Pastor:
Mira. He entrado en el diccionario de la RAE para ajustar de lo que estamos hablando.
Lenguaje: «Facultad del ser humano de expresarse y comunicarse con los demás a través del sonido articulado o de otros sistemas de signos».
Esta es la visión más extendida.
El lenguaje solo es humano porque entendemos por lenguaje solo nuestra forma de codificación abstracta.
Eso invalida a cualquier otro ser vivo a que tenga un lenguaje: un sistema codificado para canalizar una comunicación.
Los etólogos llevan algunas décadas desmintiendo eso.
Lo que pasa es que nos resulta muy difícil descubrir las claves de los lenguajes de otras especies.
Desde la lingüística más seria o desde la biología más conservadora, lenguaje es solo una capacidad humana.
Y lo que te digo sonaría a herejía.

María [Riama]:
¡Claro! Al final nosotros, los humanos, ponemos nuestras propias reglas nombrando las cosas.
Las palabras incluyen y excluyen significados. Definen nuestro mundo y lo limitan.
Por eso las propias palabras, el lenguaje… nos encierran en el intelecto. En lo conocido…
De ahí mi pregunta… ¿Qué hay fuera del lenguaje? ¿Qué nos estamos perdiendo… o qué no estamos habitando?

Lluís Pastor:
Si seguimos por el camino de las restricciones, la senda en la que nos consideramos una especie privilegiada y superior a las demás, nos perdemos casi todo lo que nos rodea.
Esa visión, contaminada de sesgos judeocristianos, que nos hace creer la especie elegida.
Si abrimos la curiosidad al resto de seres vivos con los que compartimos el planeta, lo que nos espera es la sorpresa y la fraternidad.
Intentamos que algunos animales «inteligentes» nos demuestren lo muy listos que son haciéndoles pasar pruebas humanas, muy humanas…
Como que se reconozcan en un espejo.
Si no lo hacen, los bajamos a la división inferior.
Pero los animales se comunican con lenguajes codificados que desconocemos.
A veces con la voz y otras con el cuerpo.
Las plantas, como afirma el botánico Stefano Mancuso, a través de las fragancias.
Imagínate lo que nos estamos perdiendo desde hace siglos.
Si entendemos que todos los seres comunican, se nos abre un nuevo planeta, apenas conocido por nosotros.
Hay una frase preciosa de Mancuso que dice que cuando paseamos por un bosque y olemos las distintas fragancias de las plantas, estamos en medio de sus conversaciones.
Me parece una imagen insuperable.
Entender eso es entender nuestro lugar en el planeta.

María [Riama]:
¡Qué bonito! Y qué sabia esa frase.
Sí, esto lo trata muy bien James Bridle en su libro Modos de existir.
Es una cura de humildad la que necesitamos. Y en esa humildad aprenderíamos tanto…
Sobre todo creo que nos quitaríamos incluso peso sobre los hombros.
El considerarnos tan importantes nos aleja de nuestro origen.
Pero incluso para relacionarnos entre nosotros mismos, individual y colectivamente, si entendiéramos que hay mucho más que el lenguaje, nos daría una enorme riqueza.
Nos estamos perdiendo tanto.

Lluís Pastor:
Nos hemos obligado a transitar por un camino estrecho.
Andamos con dificultad y no sabemos adónde nos lleva.
La comunicación permite que las relaciones se ensanchen.
Que todo cuente.
Que vivamos cada frame de cada segundo de un modo único.
Con nuestra pareja, con nuestra mascota, con los animales y las plantas que nos rodean.
Los profesores tendríamos que ayudar a multiplicar esta comunicación con los otros agentes que comparten la vida con nosotros.
A entenderla mejor.
Fíjate que esa es también una de las fronteras del conocimiento.
Nos cuesta entendernos con otros humanos (horror).
Y ni siquiera damos pábulo a que otros seres vivos comuniquen (vanidad).

María [Riama]:
Eso que dices es importantísimo: la educación, el abrir la mirada para ver más allá de lo productivo, de lo que sirve para algo…
Para mí, esa sería la base de la vida… qué metemos y sacamos de lo que “sirve”.
Caminar, como decía Stefano, por la naturaleza… ¿Qué valor real tiene? ¿Cómo lo medimos? ¿Hay que medir? ¿Todo es medible? ¿Sobre qué bases?

Lluís Pastor:
Mira, la comunicación permite entender que todo es relacional.
El pensamiento con uno mismo, también.
Descartes hablaba con Descartes cuando redactaba sus Meditaciones.
Si todo es relacional, la importancia reside en la relación.
Y eso significa que hay que mirar al otro de un modo distinto, más real, más significativo.
Medir es una acción, entre muchas otras.
Priorizarla responde a una manera de entender el mundo.
Fíjate que en nuestro paradigma el éxito se mide: por el dinero que reporta, por los seguidores en las redes…
Jesús tuvo 12 seguidores y cambió el mundo.
Cuéntaselo a un influencer
¿Cómo mides la pérdida de un ser querido? ¿Por las lágrimas derramadas?
¿Cómo mides el amor?
¿Cómo mides tu autoimagen?
La comunicación también ayuda a eso.

María [Riama]:
¡Qué bueno! Es una gran observación.
Cuando le pones foco a “medir”, nos lleva al absurdo total. Porque lo es.
No tiene ningún sentido que todo tenga un fin último. Y menos que lo podamos controlar.
Creo que la propia complejidad hace que sea inabarcable. Y eso nos libera.
Creo que todo está en relación, porque es una fantasía vernos como seres aislados. Formamos parte de un todo.
Pero lo bonito es que solo adentrándonos en nosotros mismos y quitando todo el ruido podemos ver al otro sin nuestros condicionantes.
Al final, esa condición que nos sitúa en creernos superiores es la que más nos limita: nuestro propio intelecto.
Por eso siempre, en estos diálogos, me interesa ver más allá de nosotros mismos.
Ya estamos todos mirando lo inteligentes que somos, todo lo que sabemos, pero ver aquello que nos dejamos en el camino es lo que a mí me ocupa.
¿Para ti, qué nos estamos dejando?

Lluís Pastor:
Muchas veces lo dejamos todo fuera.
Creo que, en parte, ese es el mensaje de pensadores y místicos: vivir abriendo más el plano.
En eso, créeme, la comunicación es un buen camino.
Si todo comunica, todo nos está queriendo decir algo. Solo hay que estar atento.

María [Riama]:
¡Totalmente de acuerdo!
¿Qué nos quiere decir?
Y para terminar… ¿Qué pregunta dejarías en el aire?

Lluís Pastor:
Todas las preguntas están siempre en el aire.
Respondemos a lo largo de la vida solo a las que creemos que nos interesan.
Aunque sea solo por probar… pongamos atención en escuchar más preguntas de las que queremos tener respuesta. ¡A ver qué pasa!

María [Riama]:
Esa es mi visión. Detrás de una pregunta, en vez de una respuesta… otra pregunta.
Mi pregunta sería: ¿Eres consciente de que tu lenguaje te limita la manera de percibir el mundo?

Lluís Pastor:
“¿Eres consciente de que tu lenguaje te limita la manera de percibir el mundo?”, es un buen titular para terminar esta charla.

María [Riama]:
¡Muchísimas gracias, Lluís, por estar del otro lado compartiendo tu sabiduría!

Lluís Pastor:
Gracias a ti por dialogar.


Lluís Pastor: Investigador de Frontera. Investiga las comunicaciones espontáneas de los muertos con testigos vivos. Profesor de Comunicación. Consultor de comunicación y de innovación educativa. Conferenciante.

Esther Blázquez: ¿Qué te inspira la frase “Surrender to your self”?

María [Riama]:
Hola, Esther. Bienvenida a Diálogos Abiertos, este espacio de reflexión en voz alta.
La reflexión que me viene a la cabeza es:
¿Qué te inspira la frase “Surrender to your self”?

Esther Blázquez:
Hola, María. ¿Qué te inspira a ti? 🙂
¿Y qué te ha llevado a querer reflexionar conmigo esta frase?

María [Riama]:
Pues me pasa una cosa con la palabra surrender… que para mí tiene mucha más profundidad que en español un «rendirse» o «entregarse».
Es una frase que me acompaña mucho. Esta parte de dejar de ponerte excusas o justificarte y mirar realmente dentro, honestamente, donde nadie te escucha ni te juzga, solo tú misma.
Y lanzarte, como cuando te sumerges en el agua del mar, a ver lo que hay, sin más…
Y contigo porque he sentido que has transitado este zambullirte en ese océano.
¿Y a ti?

Esther Blázquez:
Para mí, la rendición ha sido una experiencia profunda.
Primero, porque no la entendía. En el camino espiritual se escucha mucho este concepto y a mí me parecía débil.
Como si fuera una excusa más para evadirse del compromiso con la vida. Algo así como: “oye, ríndete, fluye, que todo pasará”.
Y ese “fluir” en un camino de conocimiento del ser humano puede ser peligroso, porque puede llevar a la evasión con la excusa del fluir.

María [Riama]:
¡Qué bueno! Es cierto que ese “fluir”, según la connotación que le demos, puede ser una evasión.
Y creo que hay algo de actitud en ello. Está bien fluir con lo que la vida depare, sin prejuicios ni expectativas, pero entendiendo por qué reaccionamos como reaccionamos, entendiendo qué nos mueve en lo más profundo.
Porque si no, es un barco a la deriva.
¿Por qué nos cuesta tanto mirar dentro nuestro?

Esther Blázquez:
Por varias cosas, pero fundamentalmente porque nos cuesta estar con nosotros mismos.
Y porque, si decides hacerlo, te vas a encontrar con las grietas, y eso es incómodo.
También porque juzgamos, tenemos expectativas, criticamos… y eso es normal.
Tal vez un buen primer paso es contar con ello. Es decir, saber que cuando mires dentro vas a encontrarte con tus prejuicios, tus críticas destructivas, etc… o sea, con la propuesta de tu ego.
Un ego que va a estar ahí hasta que te mueras, por cierto.
Esto es algo que también escucho mucho: lo de sacar al ego de una reunión o desprenderse del ego, como si eso fuera posible.
Y además, ¡qué pena no aprovechar la información que el ego te trae!

Cuando miras dentro, te vas a encontrar con tu belleza y también con lo que no te atreves a mirar: lo que te da vergüenza, lo que no le contarías a cualquiera, lo oculto tal vez, eso que nos esforzamos tanto en cubrir o ficcionalizar por cobardía.
¿Tú has tenido la experiencia de ese encuentro con aquello de ti que no le contarías a nadie?
¿Le has puesto nombre a tus grietas?
¿Has respondido para qué estás viva y cuál es el sentido de tu vida?

María [Riama]:
¡Gran tema el Ego!
Efectivamente, si quitamos el ego nos diluimos, no hay bordes. Pero esos bordes hay que hacerlos más finos para realmente ver al otro.
Ver al otro sin nosotros añadidos al otro. Porque hasta que no ves qué es tuyo y qué es del otro, todo es una amalgama que genera confusión.
El ego tiene mucho que decirnos, pero también inventa.
Y en eso sí hay liberación: cuando vemos qué parte del ego realmente no nos pertenece… no somos nosotros.

En esas preguntas que planteas hay mucho camino por recorrer y es un buen lugar para mirar. Pero sin miedo.
Al final, realmente no hay nada tan tan malo.
¿Por qué? ¿Dónde está el juicio?
¿Quién es peor juez que nosotras mismas?
Muchas veces, poniendo tus miedos en voz alta, de repente dejan de serlo.

Esther Blázquez:
Ponerle palabras a lo que da miedo es un gran acto de coraje.
A mí David Testal me ha enseñado que lo contrario al amor no es el miedo, sino la cobardía. Y ese hallazgo me ha hecho feliz.
Al amor se va con miedo. Porque un ser humano que cada día hace lo que ama y consagra su vida a ello va a tener miedo, ¡claro que sí!
Cuando amas a alguien con toda tu alma, el miedo no desaparece: amas a pesar del miedo, con el miedo.
Pero si pillas eso, no eres cobarde. Y amas.
Cuando consagras tu vida a aquello que amas, vas a tener miedo.
Vivir con sentido requiere de mucho coraje.

María [Riama]:
¡El miedo! ¡Qué tema!
En otro diálogo hablamos de él…
Yo intento no usar la palabra “miedo” porque me parece muy categórica e inabarcable.
Si, en cambio, la declinamos en lo que realmente esconde detrás, nos da mucha más información: inquietud, inseguridad, temor, incertidumbre, descontrol…
En la propia palabra tenemos el antídoto.
El problema es que nos bloquea y genera esa cobardía que bien dices.
Pero incluso esa cobardía, si la encaramos y le preguntamos: “¿de qué quieres protegerme?”, aparece ese amor…
Al final eres tú misma queriendo protegerte.
No, no hace falta que lo hagas… te agradezco, pero quiero ver…
¿No hay ahí una gran entrega?

Esther Blázquez:
Pues ahí volvemos a la rendición. Que no es un acto cobarde, sino todo lo contrario. Es una rendición sin derrota.
Me explico: hay que saber lo que uno pone en el altar de su alma para rendirse ante eso.
Es decir, para inclinarse ante ese milagro de la vida.
Una inclinación consiste en poner la cabeza por debajo del corazón: la mente al servicio del amor, si leemos bien.

En ese altar está todo aquello que confirma y conforma el sentido de la vida: aquellos que amamos, nuestros maestros, nuestro propósito y legado.
Ante eso, ¿cómo no entregarse? Porque implica una ofrenda.
Ese altar representa lo más sagrado para uno, y toda esa representación nos recuerda lo que podemos dar, poner al servicio de otros seres humanos.

Veo muchas vidas plenas en aquellas personas que viven así, poniendo su virtud al servicio de otros seres humanos. ¡Qué maravilla, verdad!?

Por cierto, que no hace falta que el altar sea físicamente un altar. Hablo de “altar” como símbolo.
Cada cual lo puede materializar como desee. Sirve un jarrón con flores en la cocina, una estantería con fotos, o nada…
Porque en verdad lo que importa es que el altar se lleve en los pies, a cada paso.

María [Riama]:
¡Totalmente! Al final no existe el otro, somos uno.
Y trabajar por los demás nos da un sentido de ser.
¿Cómo sería la sociedad si pensáramos todos en esa dirección?
Yo soy optimista, cada vez veo más gente en esa dirección.
Por supuesto, queda mucho camino, pero al final… ¿no es el camino donde aprendemos?
Ese “a cada paso” del que hablas.

Sobre el altar del que hablas, yo lo veo en la naturaleza: eso que está fuera de nosotros mismos, que trasciende a los humanos, pero que a la vez formamos parte, devolviéndonos a nuestro lugar.
¿Qué lugar existe más puro?

Esther Blázquez:
Qué bonito que te inspire la naturaleza.
Yo sí creo que existe el otro. Y considero fundamental entender la otredad, precisamente como base para conectar con el otro.
Luego, si te quieres sentir uno con el otro… pues ahí ya lo dejo a cada cual 😂

Y lo de afuera lo veo como símbolo que nos recuerda lo de adentro.
Si observamos pureza en la naturaleza, como haces tú, pues qué buena oportunidad indagar dentro dónde se ejerce esa pureza —si es que se desea.

Hace poco, en Tánger, en esta observación de la naturaleza, estuve un buen rato observando el movimiento de un árbol con el viento.
Y ahí andaban como si fuera un baile.
Reflexioné sobre esta oportunidad que a veces nos perdemos de bailar las cosas cuando el “viento” no es favorable.
Siempre que uno sepa qué hace aquí y para quién.

María [Riama]:
Para mí, en la observación no hay juicio… solo información.
Esa información es de gran valor para ver qué nos activan los pensamientos.
Pero la virtud es dejar de identificarnos con ellos. Desvincularnos, cuestionarlos, y dejarlos ir.
Ahí está este surrender del que hablaba al principio.
Incluso el pensamiento es un juego.
Creo que trascendiendo esos pensamientos es cuando realmente vemos al otro.
Y en ese ver al otro hay un reconocimiento, nace la bondad y la humildad, y es ahí donde se difumina el otro y el yo.

Porque incluso en la propia comunicación, como se ha descubierto en neurociencia, los corazones se sincronizan, la respiración, las hormonas…
El otro nos devuelve nuestro propio yo.
Para terminar, ¿qué pregunta dejarías en el aire?

Esther Blázquez:
¡Gracias por tu reflexión!
La pregunta que dejo en el aire es una invitación a muchas preguntas.
O sea, algo así como desarrollar una historia de amor con las preguntas, para hacerse unas cuantas cada día y compartirlas con otras personas.
Una invitación a indagar, especialmente con quienes nos importan.
Una invitación a querer saber muchas muchas muchas cosas de aquellos que amamos.
Y disfrutar de sus respuestas porque sí. Presentes.

María [Riama]:
¡Sí! ¡Qué gran verdad!
Qué necesarias son las preguntas… y mantenernos en ellas, ¡vivas!
Mi pregunta sería:
¿Cuánto de profundo estarías dispuesto a sumergirte para encontrar tu paz?

Muchas gracias, Esther, por acompañarme en este zambullido de reflexión.

Esther Blázquez:
¡Gracias a ti por este diálogo vivo!


Esther Blázquez: Consultora de Cultura & Liderazgo para Organizaciones | estherblazquez.com | Speaker, Coach Sistémica & Facilitadora

Alberto Palacios: ¿Cuándo el sacrificio es enriquecedor?

María [Riama]:
Hola, Alberto. ¡Bienvenido a Diálogos Abiertos!
Hoy quería reflexionar contigo la pregunta:
¿Cuándo el sacrificio es enriquecedor?
¿Qué te viene?

Alberto Palacios:
Lo primero: ¡gracias por hacerme partícipe de este espacio!
Lo primero que me viene es que el sacrificio siempre trae algo mejor, sin esperar nada a cambio, sin saber cuándo. Por experiencia propia, siempre llegó algo mejor.

María [Riama]:
Es cierto. Creo que la dificultad viene un poco de la propia palabra, las connotaciones que se le pueden dar a «sacrificio», como asociado a sufrimiento, a renuncia…
¿Acaso la vida no es eso un poco?

Alberto Palacios:
La vida es la gran escuela, sin manual, condicionada a veces por nuestra herencia de linaje, por modelos de aprendizaje adquiridos…
Pero es importante ser conscientes, en algún punto de nuestra biografía, y probar a desaprender, a buscar otros caminos, otras alternativas que nos hagan mirar desde otras perspectivas.
Sacrificando zonas de confort y, sobre todo, confiando —muy importante— en otras realidades que no fuimos capaces de ver pero que están delante de nosotros.
Y es ahí cuando la vida se convierte en algo maravilloso.

María [Riama]:
Qué importante esto que remarcas. Los sesgos, aprendizajes, falsas creencias, vivencias… nos condicionan la mirada.
Incluso yo añadiría las expectativas, que también están condicionadas por esto mismo.
Estas expectativas nos predisponen al futuro como si fuera algo que podemos controlar.
Y creo que ahí nace uno de nuestros principales sufrimientos: cuando no se asemeja a lo que habíamos planificado o pensado.
De ahí un poco esa renuncia…
¿A qué renunciamos realmente?

Alberto Palacios:
¡Qué hilo más bonito!
Desde mi punto de vista —y habiendo compartido conversaciones similares con otras personas— hay una relación proporcional entre el sacrificio y el apego.
El desprendernos de cosas, que aunque a veces somos conscientes, en lo más profundo de nosotros sabemos que debemos soltarlas… nos cuesta.
Y a veces, cuando lo hacemos, para algunos es un gran sacrificio, pero para otros es realmente una liberación.
Para los primeros, quizá puedan entender que tuvo que suceder de esa forma para ser quienes son hoy, de forma presente.
Sacrificar, de forma consciente, es liberarnos, es descubrir, es avanzar…

Su propia etimología así lo describe: sacrificio es hacer algo sagrado 🙂

María [Riama]:
¡Ala! ¡Qué belleza! Sagrado… Hay algo que hemos perdido, que nos hemos dejado por el camino de la supuesta evolución.
Y es eso de considerar que hay cosas que simplemente son, sin entenderlas, sin controlarlas.
Y creo que “sagrado” tiene ese sentido, al menos para mí. Algo que simplemente es.
Que se enlaza con lo que decías: en lo más profundo de nosotros lo sabemos, sin más.
Y este “dejar ir”, si es desde la generosidad, se mezcla con esa liberación que mencionas.
No porque nos deshagamos de ello, sino desde esa gratitud de “aprendí, y ahora sigo”.
Porque somos continuo cambio…
¿Por qué seguimos pensando en los “para siempres”?
¿El concepto del tiempo condiciona nuestra experiencia?

Alberto Palacios:
¡Buen detalle, María!
Parece que hemos sido educados para lo eterno, sin darnos la oportunidad de saber que todo tiene un principio y un fin.
Llevo años trabajando personalmente en lo impermanente, donde se encuentra la esencia de las cosas, de lo que vives en cada momento, sin apegarnos.
Disfrutar de lo efímero, dejar de proyectar las expectativas futuras.

Cada día hago un caminar. A veces repito el mismo recorrido, pero cada día que lo hago es diferente.
Cuando lo hago, no pienso que es el mismo recorrido y ya lo conozco. Voy expuesto a qué me va a regalar hoy: un sonido, un aroma, una flor, un encuentro…
Para mí, eso rompe el “camino de siempre”.

Aunque sea un tópico, el aferramiento al pasado y la impaciencia del futuro nos hacen perder el momento, el ahora, el hoy, el presente.
Y aunque con algunas personas que he compartido esta forma de estar, me dicen que lo veo muy fácil, yo les digo:
es tan simple como, a veces, poner un punto de tu conciencia en cómo entra y sale el aire de tu cuerpo.
Eso te aleja del pasado y no te lleva al futuro. Te lleva a un acto de conciencia que es simplemente respirar.

María [Riama]:
Tan simple, ¿verdad? Ese respirar es un ancla al ahora.
Tantos ahoras que nos perdemos por estar atrapados en los pensamientos.
Ese sonido, esa flor… están fuera de lo intelectual. Es un lugar que nos cuesta mucho habitar, como si fuera una pérdida de tiempo…
¿Ser es una pérdida de tiempo?

Curioso, porque ahora pensando en sacrificio, creo que la gente lo lleva a: “me sacrifico en lo laboral”, “sacrifico mi vida personal”, “sacrifico mi tiempo”…
Por mi familia, por seguridad, por el futuro…
Y así la vida, como la arena, se nos va poco a poco de las manos.

Alberto Palacios:
Así es. Y desafortunadamente, hay más personas en el sacrificio de la queja que en el sacrificio benefactor.
Nunca hay tiempo para dedicarnos a nosotros, siempre se antepone algo, siempre hay una excusa.
Y efectivamente, la vida continúa.
Si verdaderamente fuéramos conscientes de que el tiempo es lo único que no vuelve, seguro que tomaríamos otra perspectiva de las cosas.

Pero, como decía antes, debiéramos permitirnos el lujo de desaprender.
Abrir esa puerta, sin miedo, desde la confianza, sin etiquetas, liberarnos de lo que piensa el otro…
Y todo se transforma, estoy seguro. ¡Y doy fe! 🙂

María [Riama]:
¡Yo también la doy!
Esa consciencia, que al final es la misma que comentas en tus paseos, esa que te hace mirar sin juzgar, observar, dentro y fuera.
Entender nuestro engranaje, el que nos lleva en piloto automático.
Desactivarlo y empezar a conducir nosotros mismos, siendo conscientes de por dónde queremos ir y por qué.

Y ahí está ese desaprender que comentas, desde la observación, desde el cuestionamiento.
Aquí vuelvo a mis queridas preguntas… las que te arrojan luz para ver ese camino que se difumina si no lo miramos.
Y que al final de la vida nos hacen decir: “¿Por qué no lo vi?”.

Ese desprendernos de lo que nos pesa, de lo que nos hace estar desconectados de los otros y de nosotros mismos.
Porque incluso en ese “¿qué pensará el otro?”… eso dice más del otro que de nosotros.
Y ese cuestionar lo que el otro piensa parte de nuestra propia subjetividad.
Totalmente absurdo.

Al final quedamos atrapados en un juego sin reglas, solo interpretaciones que derivan en sufrimiento.
¿Cuánto sufrimiento innecesario podemos soportar… y para qué?

Alberto Palacios:
María, sintámonos afortunados de estar en esta evolución de la consciencia.
A veces de forma autodidacta, otras con las personas que siempre nos han enseñado algo, para poder despertar.
Somos los únicos responsables de asumir el sufrimiento.
Y estoy seguro de que nadie está a gusto en ese sentir, pero también es cierto que les cuesta desprenderse de él.
De imaginar el día en que cortan las correas de su mochila para sentirse liberados.

A veces forma parte de nuestra biografía, de nuestra herencia.
Y en algunas ocasiones, hay personas que, en algún momento de su vida, despiertan.
Otras continúan cargando la mochila…
Al menos, si nos encontramos con ellas, o ellas nos encuentran, tendremos la oportunidad de aportar otro punto de vista.
Sin más. ¡Algo habrá quedado!

María [Riama]:
Gran sabiduría en tus palabras, Alberto.
Y para terminar, ¿qué pregunta dejarías en el aire?

Alberto Palacios:
Gracias, María, por este espacio de reflexión y por darme la oportunidad de expresar desde el pensar, sentir y la voluntad, cómo soy.
Como pregunta, dejaría:
Si el sacrificio fuera sinónimo de libertad, ¿qué estarías dispuesta a hacer de forma consciente?
Y comprometerte a hacerlo… sería un primer paso.

María [Riama]:
¡Qué buena pregunta! Abriría muchos caminos de exploración…
Mi pregunta sería:
¿Qué hay realmente detrás de cada sacrificio que haces?

Muchas gracias a ti por tus reflexiones de vida tan valiosas.

Alberto Palacios:
¡Muchas gracias, una vez más!
Me ha encantado.
Y no dejes de aportar estas conversaciones tan bonitas. ¡Gracias! 🙏


Alberto Palacios: Co-creando e impulsando modelos de economía de impacto desde BE ONE Spain y @TreeNNova Lab – UDOE UPM | Co-creating and promoting impact business models | Miembro de Climate Neutral Now | Capital Natural y Bioeconomía

Neus Portas: ¿La palabra autenticidad ha dejado de ser auténtica?

María [Riama]:
Bienvenida, Neus, a Diálogos Abiertos. Como sabes, me viene una pregunta para conversar en este espacio, y en este caso es:
¿La palabra autenticidad ha dejado de ser auténtica?
¿Qué te trae esta reflexión?

Neus Portas:
Hola, María. Muchas gracias por invitarme a este espacio de conversación.
Interesante reflexión. No sé si ha dejado de ser auténtica, realmente. ¿Tú lo sientes así?

María [Riama]:
Yo siento que las palabras las quemamos… Son maravillosas con todo su significado, pero como no son estáticas, al usarlas en exceso —por modas, por hypes— de repente empiezan a cansarnos porque a su significado se le van añadiendo otras capas. Es como si fueran estratos…

Neus Portas:
Pasa con muchos términos, sí. Siento que ha sucedido con el término “propósito”, con “empoderamiento”, con “desarrollo personal” y con otros tantos conceptos y palabras.
Pero el problema no es de las palabras, sino del uso que hacemos de ellas. Como dices, les añadimos capas que no les pertenecen, solo para amoldarlas a nuestras necesidades.
A veces siento que si les dedicáramos el tiempo oportuno para comprenderlas en profundidad, tal vez las habitaríamos mejor.
Pero las prisas —y la superficialidad a la que nos llevan esas prisas— nos hacen pasar por las palabras de puntillas, sin fijarnos. Las usamos como quien compra por impulso. ¿No te parece?

María [Riama]:
¡Totalmente! Es curioso este fenómeno, muy propio de la época actual, aunque no sé si habrá sucedido en otras épocas. Supongo que sí, pero no con esta intensidad.
Es verdad que hay palabras que se ponen de moda, formas de hablar que usamos para sentir que pertenecemos. Es como si fueran nuestras vestimentas conversacionales.
Pero en este caso concreto, es paradójico que lo que simboliza algo único se convierta en algo vulgar.
Tal vez el problema sea que siempre queremos cosas nuevas, a estrenar… ¿Será un ansia del consumismo?
¿Las palabras también se pueden consumir?

Neus Portas:
“Vestimentas conversacionales”… Me encanta la metáfora. Usamos las palabras como complementos.
Es cierto que las palabras que usamos nos definen. Pero cuando esas palabras no se habitan, no se viven realmente, están vacías.
Entonces la falta de autenticidad está en quien las usa, no en el término en sí.
Sobre todo si partimos de su significado: la coherencia entre lo que dices, haces y piensas. Esa sería la premisa básica de la autenticidad.

María [Riama]:
Efectivamente, se vacían de significado. Usarlas como complemento, sin más, se queda en el postureo, en lo que queremos aparentar.
La autenticidad debería estar asociada a una actitud vital, a lo que realmente eres. Tu propio traje, volviendo a la metáfora.
Pero siento que, por querer ser vistos, usamos trozos de telas que no nos pertenecen… y en lugar de parecer algo auténtico, queda como fake.
¿Dónde habría que buscar cuál es nuestro traje?
¿Son las marcas personales realmente nuestro traje… o lo que queremos vestir?

Neus Portas:
Si la marca personal se construye desde la esencia, debería ser realmente nuestro traje.
El problema es que también este término —“marca personal”— se ha llevado a un terreno puramente de consumo.
Se construyen marcas con una visión mercantilista, desde el ego, desde lo que quiero conseguir y recibir, en lugar de trabajarlas desde la huella que dejamos en los demás, en la sociedad.
La marca personal debería ser lo que queremos aportar, más que lo que queremos obtener.
Es más: la marca personal debería ser un proceso de construir nuestra manera de estar en el mundo.
Y eso pasa por un autoconocimiento profundo.
Pero claro, eso implica mirar dentro con honestidad y luego ofrecer lo que realmente puede tener sentido.
Tal vez es justamente en la marca personal donde la autenticidad genera más dudas…
Al combinar autenticidad con marca personal, se producen interferencias. Es ahí donde el término empieza a manosearse y confundirse.

María [Riama]:
Qué interesante lo que planteas… Son dos términos que parecen contradictorios, como dos fuerzas en direcciones contrarias.
Para mí es muy acertada tu visión, la comparto.
Sin autoconocimiento profundo, todo lo que hacemos va dirigido a un modelo estandarizado, a lo que se dicta desde fuera, hacia donde va la mayoría.
Pero… ¿dónde quieres ir tú realmente?
De alguna manera, es como si hubiéramos perdido, renunciado o cedido nuestra propia voluntad.
¿Por qué seguimos posponiendo esa pregunta?
¿Y cuál sería esa pregunta?

Neus Portas:
La primera pregunta debería ser: “Conócete a ti mismo”, como se proponía en el pórtico de Delfos.
Conocerse a uno mismo, para mí, implica saber cuáles de tus rasgos son realmente tuyos y cuáles son adquiridos. Cuáles te pertenecen y cuáles has adoptado para encajar.
En un momento en que el mundo como lo conocíamos se va desmembrando, tal vez debamos replantear todo lo que no nos pertenece: quizás hemos comprado atributos y comportamientos que, además de no ser nuestros, ya ni siquiera sirven.
Pero ese es un trabajo que requiere tiempo, reflexión y valentía.
Y, al menos los dos primeros, son difíciles hoy, cuando todo va tan rápido y cuando hay pocos espacios para la reflexión… porque están ocupados por las pantallas.
Tenemos tantos inputs y el ritmo es tan acelerado que acabamos buscándonos fuera.
Deberíamos recordar lo que decía Jung:
«Cuando miras fuera, sueñas; cuando miras dentro, despiertas.»

María [Riama]:
Hay tanta sabiduría como legado que nos han dejado personas que se hicieron grandes preguntas… pero como nos consideramos más evolucionados, las vemos como de otra época.
Pero no hay épocas, no hay tiempos… Es una fantasía.
Vivimos en un eterno ahora, donde esas mismas cuestiones nos acompañan generación tras generación.
Pero, como bien dices, las prisas no nos dejan habitarlo, sentirlo, vivirlo…
Vamos tan deprisa… se nos va el tiempo…
¿Pero hacia dónde vamos tan rápido?
¿Por qué tenemos tanta prisa?
¿En qué no queremos pensar?

Neus Portas:
Esa es la gran pregunta que, cuando te la haces, no te queda más remedio que parar 🙂
¿Hacia dónde voy tan rápido?
La prisa nos la impone el entorno: prisa por hacer más, tener más, lograr más…
Porque nos han vendido —y hemos comprado, porque la responsabilidad es compartida— que lo importante es el resultado.
Y que lo que nos define es lo que hacemos y tenemos, en lugar de lo que somos.
Por eso es tan importante parar y preguntarse quién eres, qué quieres y hacia dónde vas.
Cuando te haces esas preguntas, dejas de necesitar hacer o tener para ser.
Y ahí empieza la autenticidad: empiezas a quitarte capas.
Pones el foco en el proceso, en lo que te aporta, en cómo creces personalmente desde ahí.
Por eso, todas esas soluciones que buscamos para tener resultados más rápidos… nos están alejando de nuestra esencia.
Eso de que la inteligencia artificial nos quitará lo superfluo para que podamos dedicarnos a lo que aporta valor… empieza a parecer una gran falacia, ¿no crees?

María [Riama]:
¡Muy absurdo todo!
Para mí, las IAs nos van a sacudir profundamente. Y creo que nos van a hacer espabilar (por no usar la palabra “despertar”, que ya está quemada).
Y cuestionarnos cuál es el lugar que nos pertenece como humanidad.
¿Cuál es nuestro sentido… más allá de la productividad?

Y para terminar, ¿qué pregunta dejarías en el aire?

Neus Portas:
Mi pregunta sería:
¿Qué parte de ti ya no te pertenece?

María [Riama]:
La mía sería:
¿Qué palabra sientes que estás perdiendo y por qué?

Muchas gracias, Neus, por tu sabiduría.
Ha sido un placer tenerte aquí. ¡Hasta la próxima!

Neus Portas:
Gracias a ti, María. Un placer, como siempre, conversar contigo.


Neus Portas: Fundadora Date Permiso | Arte y creatividad para el crecimiento personal y de los equipos. | Autora ‘Permiso para Ser’

Jara Loira: ¿Nos estamos comunicando realmente?

María [Riama]
Hola Jara, bienvenida a Diálogos Abiertos.
Hoy la pregunta que me ronda la cabeza es:
¿Qué hacemos cuando creemos que nos estamos comunicando… pero en realidad no lo hacemos? ¿Qué te sugiere?

Jara Loira
Creo que siempre nos estamos comunicando de una forma u otra, no solo con el lenguaje oral, sino también con gestos, posturas, energía… Otra cosa es que llegue el mensaje que realmente queremos transmitir, que muchas veces es lo que está en juego.
Puede ocurrir que nuestro interlocutor no esté captando justo esa parte o que esté más enfocado en su propia comunicación.

María [Riama]
¿Tú crees que realmente sabemos lo que estamos comunicando o lo que queremos comunicar?

Jara Loira
Creo que no siempre. Podemos tener una intención clara, una idea, pero lograr que esa intención llegue tal como la pensamos es más complejo.
Primero, por nuestras propias capacidades comunicativas: nuestro uso del lenguaje, la elección de palabras, cómo desarrollamos nuestro pensamiento al expresarnos…
Y luego está el receptor: si está interesado, activo, intentando descifrar lo que queremos decir, si ha conectado o no con lo que estamos transmitiendo… o si está más en sus propios pensamientos o prejuicios.
Creo que todos estos mecanismos enturbian la verdadera comunicación oral. ¡Cuántas veces queremos decir algo y sentimos que no nos están entendiendo!

María [Riama]
¡Qué difícil! Es increíble que nos entendamos, con tantos factores funcionando a la vez.
Pero me surge una inquietud: esto que nombras es la comunicación más directa, pero ¿qué pasa cuando entran en juego otras formas de comunicación, asociadas con la tecnología?
¿Cómo varía entonces la comunicación si el espacio-tiempo no se comparte?
Es verdad que, en las cartas postales, antiguamente tampoco se compartía el tiempo o el espacio… pero no sé, creo que no había tanto ruido.
Algo siento que hemos perdido… ¿qué crees que es?

Jara Loira
Hemos ganado inmediatez y la posibilidad de llegar a mucha gente con un solo clic, pero hemos perdido todo lo que acompaña a la comunicación en directo: estar cara a cara, percibir a la persona que nos habla, conectar con sus emociones, su tono, sus gestos…
Todo eso nos da mucha más información que las palabras solas, nos ayuda a entender desde dónde se está expresando alguien.
Además, cara a cara, podemos preguntar, aclarar, matizar… y eso hace que la persona pueda expresar mejor lo que quiere transmitir.
En la comunicación escrita o grabada, eso se pierde. Y, curiosamente, esto activa más nuestras respuestas emocionales. Al no conectar con la intención, la suplimos con nuestras creencias… y muchas veces interpretamos mal.
En resumen: hemos perdido la conexión.

María [Riama]
¡Cierto!
Por eso mi reflexión: creemos que nos estamos comunicando, pero en realidad estamos solo en contacto.
Comunicar es más lo que describes tú que lo que ocurre hoy. El problema es que tenemos tantas interacciones que exceden nuestra capacidad de atención.
¿Tal vez estamos siendo demasiado ambiciosos?

Jara Loira
Totalmente de acuerdo, María.
Demasiados frentes abiertos y muchas veces muy poca calidad en nuestras interacciones.
A mí me frustra mucho en el día a día. Hay como una autoexigencia constante que, al final, merma la calidad… y nos lleva a pedir disculpas por no llegar a todo.
¡Puede ser agotador!

María [Riama]
Sí, esa sensación de disculpa, de desatención, es la tónica general.
Un sinfín de “debería…” interminables.
Pero… ¿y si en lugar de decir “debería” decimos “tengo ganas de…”?
Tal vez así cambiaríamos la sensación. Pasaríamos del deber al deseo.
Podríamos ver con más claridad dónde queremos realmente poner nuestra energía y atención.
¿Será un problema de expectativas externas?

Jara Loira
Creo que esto que planteas es una de las claves: conectar más con nuestras motivaciones profundas.
El “tengo ganas de…” nos da energía, nos nutre.
Al final, se trata de cómo pensamos, cómo usamos el lenguaje con nosotras mismas, cómo reflexionamos sobre el para qué y el por qué hacemos las cosas.
Cómo usamos nuestro tiempo, y qué aspectos de nosotras priorizamos.
También creo que, como decías, tiene que ver con la atención que le damos a lo que se espera de nosotras: ser intachables, eficaces, sociables, cuidadoras, atentas…
Quizás solo necesitamos un poco más de tiempo con nosotras mismas: para nutrirnos, reflexionar, conocernos mejor, analizar cuáles son nuestras verdaderas fuerzas y energías.
Y desde esa conciencia real, tomar decisiones sin culpa.
Probablemente disfrutaríamos más de esos momentos únicos de escucha y encuentro auténtico.

María [Riama]
¡Supernecesarios y vitales!
Vivimos muy desconectadas de nosotras mismas, en piloto automático… y eso pasa factura.
Pero reflexionando sobre esto, en el otro extremo está otro fenómeno que también estamos viviendo: el ghosting…

Jara Loira
Sí, eso es muy fuerte.
Imagínate que estás en una conversación presencial y de repente la otra persona deja de hablarte y se va. Tremendo.
Pero en la comunicación digital pasa todo el tiempo.
Quizá sea por esa desconexión con el ser real que está detrás del mensaje.
Creo que nos deshumaniza más de lo que creemos. Perdemos empatía y olvidamos normas sociales básicas que en otros contextos serían impensables.
Y sabemos que puede ser muy doloroso para quien está al otro lado.
¿Se te ocurre algo que podríamos hacer en esos casos?

María [Riama]
Sí, es tremendo.
Pues mira, si no puedes responder en ese momento, al menos podrías tener un mensaje estándar preparado, para que la otra persona sepa que has recibido el mensaje y que no puedes contestar ahora.
No sé… es complicado.
Ayer justo una amiga me contaba la cantidad de correos que recibe al día de personas que ni conoce.
Es muy fácil perderse en esta avalancha de comunicaciones.
Entre lo profesional, lo personal y el ocio digital, nos dejan k.o.
Percibo que la gente está exhausta.
Algo estamos haciendo mal…
Y además, el sentimiento de soledad e insatisfacción crece cada vez más.
Creo que es momento de parar en seco y cuestionarnos, individualmente:
¿Qué tipo de relaciones queremos tener en nuestra vida?

Jara Loira
Así es, María.
Empezando por analizar quién soy yo realmente.
¿Puedo, con mi energía y capacidades, abordar esta avalancha diaria de inputs?
Reflexionar sobre qué tipo de vida quiero, cómo quiero usar mi tiempo, cómo quiero cuidarme, cuidar mi entorno, y cómo trato a las personas que se acercan con sus propias necesidades y tiempos.
Me gusta mucho la idea del mensaje tipo, como una respuesta rápida que diga algo así como:
“Te leo, pero necesito tiempo. Soy humana, y gestiono lo que puedo desde mis posibilidades. Me responsabilizo.”
Y también reflexionar sobre lo que realmente nos dan las redes sociales y canales como LinkedIn:
¿Es allí donde buscamos afecto, reconocimiento, validación?
Porque si es un espacio donde se pierden tantos matices y cualidades humanas…
¿Es coherente validarme allí, donde ni siquiera me conocen realmente?
Eso también hay que aprender a gestionarlo.

María [Riama]
Brutal lo que planteas.
Creo que pones el foco justo donde hay que mirar.
Este diálogo da para muchísimo. Es un tema complejo y profundo, difícil de abarcar por completo.
Pero lo que está claro es que hay que revisar lo que venimos haciendo, porque ya no nos está funcionando.
No nos estamos comunicando como necesitamos.
Estamos en muchas interacciones…
Pero, ¿son realmente de calidad?
Y para terminar:
¿Qué pregunta lanzarías a quien esté leyendo esta conversación?

Jara Loira
Me surgen varias preguntas.
Quizás mis dificultades tengan que ver con una cuestión generacional, con adaptarme a una nueva realidad.
Tengo la duda de si es un problema general o si las personas que han nacido con esta forma de comunicación la viven de otro modo, tal vez más fácil, con otros retos distintos.
Así que preguntaría:
¿Y tú, cómo lo vives?
¿Qué haces para sentirte a gusto con tus formas de comunicarte?

María [Riama]
Sí, es cierto. Cada generación lo vive de manera distinta.
Por eso mi pregunta sería muy general:
¿Te sientes escuchado?

Muchísimas gracias, Jara, por tu tiempo y tu reflexión.

Jara Loira
Muchísimas gracias a ti, María, por invitarme a reflexionar sobre temas tan presentes en nuestro día a día, y a los que tantas veces no les damos atención… aunque nos afecten tanto.


Jara Loira: Creadora de Jara en el Bosque | Referente en Educación Viva y Escuelas en la Naturaleza

María Negri: ¿Cuánto más cambiamos, más coherentes nos volvemos?

Maria [Riama]:
¡Hola, María! Hoy quería reflexionar contigo sobre una paradoja en la que he estado pensando: ¿Cómo es que, cuanto más cambiamos, más coherentes nos volvemos?

Maria Negri:
Desde mi punto de vista, eso sucede porque vamos incorporando experiencia, y los puntos empiezan a conectarse.

Maria [Riama]:
Pero, al contrario de lo que se suele decir, cuando alguien cambia de opinión se le acusa de ser una «veleta» o de no tener consistencia. Curiosamente, cuanto más nos conocemos, más sentido empieza a tener todo, incluso aquello que antes no lo tenía.

Maria Negri:
Entiendo el concepto de veleta, pero no lo comparto. La realidad es que no conozco a nadie que no haya cambiado de opinión. No me resultan fiables las personas que nunca lo hacen; considero que se cierran al mundo.

Maria [Riama]:
Qué curioso eso que dices. Porque ser fiel a una forma de pensar parece que otorga más autoridad. Si te fijas, en contextos empresariales o políticos se valoran “las bases”, la fidelidad a una idea. Tal vez habría que redefinir qué significa ser fiel. Según el diccionario: fiel es “exacto”, “conforme a la verdad”. Pero si la verdad está en constante cambio… ¿qué es ser fiel entonces? ¿Decir siempre lo mismo o cambiar constantemente?

Maria Negri:
¿Por qué tenemos que definir qué es ser fiel? Entonces nos estamos limitando. Me parece más interesante preguntarse: ¿qué significa para ti ser fiel?

Maria [Riama]:
Claro. Entonces, ser fiel sería algo subjetivo, que depende de cómo cada uno lo viva. Esto me abre una pregunta:
¿Tal vez el propio vocabulario limita nuestro entendimiento? Lo percibimos como algo neutro, pero cada palabra está cargada de interpretaciones personales. Incluso nuestras propias palabras cambian con nosotros.
Yo, por ejemplo, intento no usar la palabra “miedo”; me parece demasiado limitante. Prefiero sustituirla por “inquietud”, “incertidumbre”, “desconfianza”, “inseguridad”… Me parece que así se da mayor contexto.
Entonces, ¿cómo plantearías tú la frase con la que comencé, para que fuera más exacta?

Maria Negri:
Mi frase sería: “Cuanta más experiencia tenemos, más ricos somos.”
Y, por otro lado, el miedo es una emoción que nos alerta, que nos ayuda. Es una pena, pero está estigmatizado. Llevo unos años trabajando con mi miedo. Muchas veces le hablo y le pregunto: ¿Qué me quieres decir? Es como descifrar mi propio jeroglífico. Me ayuda en mi cambio, en mi camino, en mi vida.

Maria [Riama]:
Muy apropiada tu frase. Y totalmente de acuerdo: el miedo es una brújula. Indica la dirección justa que no quieres tomar, pero que deberías, porque allí está tu crecimiento. Obviamente, sin poner en peligro tu vida.
Hay un tipo de temor que el ego considera protección, pero en realidad te limita. Y hay otros que sí son peligro real, no miedo psicológico.
Por eso digo que “miedo” es una palabra muy limitada. Porque detrás de ella hay muchas posibilidades. Definirlo mejor también ayuda a saber cómo enfrentarlo. No es lo mismo miedo a hablar en público que miedo a las arañas.

Maria Negri:
Pero ambos pueden hacernos sentir lo mismo. ¿Cuál es la diferencia para ti?

Maria [Riama]:
¿Qué hay detrás de un miedo escénico? Hacer el ridículo, no hacerlo bien, que todos te observen… Eso es vergüenza, inseguridad, falta de confianza.
En el caso de la araña: puede ser asco, o temor a que te pique.
En uno aplicarías unas herramientas, y en el otro, otras.

Maria Negri:
Entonces estamos hablando de otras emociones. Por ejemplo, el asco es una emoción primaria según Paul Ekman. La vergüenza sería secundaria.

Maria [Riama]:
¡Claro!, el uso correcto de la palabra nos da un mindset adecuado para encontrar una solución. Ahí es fundamental lo que tú decías: preguntarle a eso que te bloquea (por no llamarlo miedo directamente): ¿De qué me intentas proteger?. Esa pregunta es muy poderosa en cualquier aspecto de la vida. Porque a veces lo que parece que nos protege… en realidad es lo que más nos expone.

Maria Negri:
¿Y cuál es el uso correcto? Puedes decir una cosa y expresar otra con el tono o el lenguaje corporal. Me refiero al hecho de que a veces el cuerpo dice más que las palabras.

Maria [Riama]:
Al final, no hay forma de interpretar un lenguaje corporal o un tono de voz si no empezamos con una pregunta interna. Es algo que debemos hacernos a nosotros mismos. Honestamente. Sin prejuicios. Sin respuestas correctas. Solo desde nuestra verdad.
Y creo que ahí nace la coherencia. La neurociencia dice que el cuerpo lo sabe antes que nosotros mismos. En esa sabiduría habita la verdad.

Maria Negri:
Las emociones son físicas. Claro que puedes explorarlas, al menos desde mi punto de vista.

Maria [Riama]:
Claro que sí, y además hablan mucho de nosotros mismos.
¿Cómo actúan las emociones cuando conseguimos cambiar de opinión?
¿Las dominamos… o las trascendemos?

Maria Negri:
Creo que es mejor gestionarlas que dominarlas. Me parece más coherente.
Dominar implica intención y acción, y puede que en otro momento no tengas esa fuerza para hacerlo porque estés atravesando circunstancias distintas. Y “trascender” también me gusta mucho. Cuando gestionas o trasciendes, aceptas. Y eso no es resignación. En la aceptación hay mejora y esperanza. En la resignación, pérdida de voluntad

Maria [Riama]:
Sí, totalmente. Incluso entre “gestionar” y “aceptar” veo un matiz.
Gestionar es intentar controlarla. Aceptar es observarla, entenderla… y solo por tomar consciencia de ella, tu relación con esa emoción cambia.

Maria Negri:
Para mí, gestionar es el paso previo a aceptar. Controlar es otra cosa.
Controlar es querer que el círculo encaje en el cuadrado.
Aceptar es ver las cosas como son y crear otra cosa que te guste a partir de ahí.

Maria [Riama]:
Sí. Aquí estamos poniendo el foco en tomar conciencia.
Ahí nace el verdadero cambio.
Y para cerrar, ¿qué pregunta lanzarías a quien nos esté leyendo?

Maria Negri:
¿Qué cambio has tenido en tu vida que te ha dado más coherencia?

Maria [Riama]:
¡Qué buena! Me parece supertransformadora.
La mía sería parecida: ¿De qué manera habita la coherencia en tu vida?

Maria [Riama]:
¡Muchas gracias, María, por estar del otro lado!

Maria Negri:
¡Ha sido un placer!


María Negri: Mentora y coach de carreras con PROPÓSITO | Experta en planificación de Carreras Profesionales y Gestión del Cambio #SoyEJECON

María López Fontanals: ¿En qué tiempo habitan los sueños?

María [Riama]:
¡Hola, María! Me viene una reflexión que quiero compartir contigo: “Sabes que pienso que el pasado es una fantasía que vamos modificando cada vez que lo evocamos, y el futuro nunca es. Por tanto, ¿cómo pueden los sueños pertenecer al pasado o al futuro, si nuestra vida ocurre solo en el presente?”

María López Fontanals:
¡Hola, María! Me encanta esta reflexión. Creo que una de las cosas más difíciles a las que nos enfrentamos hoy es el obstáculo de permanecer en el presente, de prestarle atención. Vivimos en un momento donde los estímulos son tan potentes que nos cuesta vivir el presente de manera consciente.

“El futuro nunca es”, totalmente de acuerdo. Pero es verdad que a mí me sirve para proyectar. Sería simplificar mucho, porque a veces vivir en el futuro puede hacer que no vivamos la realidad, pero, por otro lado, y creo que tiene que ver con cómo soy yo, el futuro me abre puertas, me da la posibilidad de soñar sin soltar los pies de la tierra.

Virginia Woolf escribió: “No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”, y un poco esa sería la manera en la que me gusta mirarlo: esa capacidad que tenemos para soñar como una vía a la libertad, una puerta a la posibilidad

María [Riama]:
¡Qué bonita cita! Es cierto, esa libertad de soñar es maravillosa y, como bien dices, liberadora. Es la puerta a la esperanza. Y eso solo lo podemos proyectar hacia el futuro. Creo que el reto es tener aspiraciones y deseos sin que condicionen la experiencia de lo que realmente ocurre. Pero a veces, incluso cuando algo llega tal como lo habíamos imaginado (que rara vez ocurre), nos decepciona porque no se ajusta a nuestras expectativas. ¿Tal vez deberíamos vivenciarlo como un juego de evocar deseos, más que de cumplir objetivos?

María López Fontanals:
¡Ay sí! Sería como ese lugar donde evocar nuestros deseos, como un mapa donde los sueños fueran lugares a visitar, sabiendo que el trayecto importa, sabiendo que caminando vamos construyendo la ruta. Y así, aprender a aceptar lo que nos llega sin grandes expectativas.

Me parece muy importante lo que comentas, porque muchas veces nos perdemos la belleza de lo que nos ocurre porque no se ajusta a lo que habíamos imaginado para nosotras, sin darnos cuenta de lo maravillosa que es la vivencia en sí misma

María [Riama]:
Me encanta la expresión “futuro ancestral” porque lleva una contradicción dentro. Y esa misma contradicción es la que vivimos los humanos. El tiempo lo entendemos como algo lineal, pero ocurren muchas cosas simultáneamente: la información ancestral que llevamos dentro, las intuiciones que nos cuentan algo del futuro, y nuestras mentes que procesan en presente. Esta complejidad nos saca del ahora y nos genera confusión, como si el “ahora”, el “ya fue” y el “será” se manejaran igual. Es una paradoja difícil de habitar. Vivir en el ahora a veces también nos vuelve muy pragmáticos (véase el cambio climático), pero vivir en el futuro es vivir en la imaginación, un poco como ocurre con el pasado, que es totalmente subjetivo. ¿Qué lío, no?

María López Fontanals:
Total, un lío precioso, por cierto.
Diría que sí, María, que justo esta misma paradoja es la que vivimos como humanos. Por eso me gustó también la reflexión de Krenak, porque nos adentra en una percepción totalmente diferente a la que solemos recurrir, y por lo tanto, nos abre una nueva posibilidad de mirar.

Creo que todo esto se parece mucho a cosas como que la vida no sería sin la muerte, que, por otro lado, son asuntos difíciles de asimilar si no abrimos nuestra mirada. Me parece todo muy apasionante. Y me gusta darme cuenta de que todo esto se lo vienen preguntando los humanos desde los inicios. ¿Será que la aproximación debería acercarnos más a las preguntas que a las respuestas?

María [Riama]:
Totalmente de acuerdo. Con las preguntas y las respuestas pasa un poco como con el futuro. Creemos que tener respuestas nos libera, pero en realidad es la pregunta la que libera. Entender la vida como algo sin solución, que no hay que descifrar ni entender desde el intelecto… solo vivirla, sin más. Sería todo mucho más sencillo. Incluso la muerte, que es lo que más nos asusta, la conocemos profundamente desde lo más primario. ¿Por qué esta necesidad de saber?

María López Fontanals:
Gran pregunta. A la que, por cierto, no tengo respuesta clara 😉
Pero sí creo que deberíamos revisar y poner en tela de juicio esta necesidad que tenemos de conseguir respuestas. Intuyo que vivimos un momento en el que las cosas no tienen «valor» si no nos ofrecen algo. El capitalismo se ha apoderado de todo, hasta de la creatividad, de nuestro espacio doméstico… y todo tiene que tener una razón, un sentido, para que hoy tenga “valor”. Me parece que necesitamos revisar la idea de “progreso” profundamente si queremos ser más libres y más humanos.

María [Riama]:
La verdad que sí… ahí deberían ir las preguntas que nos hacemos: ¿hacia dónde vamos?, ¿es ahí donde queremos ir?, ¿qué nos aporta ir hacia allí?

María López Fontanals:
Totalmente. De hecho, me gusta mucho volver a los clásicos para darme cuenta de que seguimos indagando en las mismas preguntas. Quizás ahí esté la clave: en observar que es intrínseco a nosotros tratar de dar sentido, sabiendo que la clave está justo ahí, en hacernos las preguntas.

María [Riama]:
¿Y tú crees que los clásicos planteaban las preguntas desde el “yo” o desde el “nosotros”?
Creo que uno de los grandes problemas es que lo vemos como algo que nos impone la sociedad y quedamos atrapados. Pero lo realmente transformador ocurre en cada individuo, y el individuo mueve lo colectivo. Porque si creemos que solo lo colectivo cambia, sentimos que no podemos hacer nada, y esa impotencia nos mina. Por tanto, ¿qué podemos hacer a nivel individual con esas preguntas?

María López Fontanals:
Qué difícil…Mira, creo que la individualidad es peligrosa porque parece que solo podemos cambiar lo que nos atañe. Pero como bien dices, el cambio empieza en uno, aunque las posibilidades de transformación pueden superarnos y llegar a lo colectivo. Y además, necesitamos sentirnos parte y saber que las personas necesitamos a los demás, a la sociedad, al grupo.. Por eso creo que un equilibrio entre el individuo y el grupo sería la clave.

Otra cosa que me parece importante es no caer en los discursos derrotistas. La esperanza es otro lugar al que hay que volver siempre, aunque a veces parezca que ya no es posible

María [Riama]:
Qué poderoso lo que acabas de mencionar… lo colectivo. Efectivamente, somos un “nosotros”, no solo un “yo”. Tal vez lo colectivo sea lo cercano, lo manejable, lo pequeñito. Porque influimos en nuestro entorno, tenemos una responsabilidad. Y eso que mencionas de los discursos derrotistas es muy importante observarlo. ¿A quién favorece ser derrotistas? A quienes quieren que todo siga igual.
Por eso hay que recuperar los sueños, los ideales de los que hablábamos al principio. Soñar despiertos, pero sin desanimarnos… buscar los pequeños logros diarios y considerarlos triunfos. Ahí entran en juego los tres tiempos: el pasado para saber de dónde venimos, el futuro hacia dónde vamos, y el presente donde lo ejecutamos.

María López Fontanals:
No lo podría decir mejor 💛 . Creo que ahí está la clave y el valor de soñar: abrir los ojos a lo desconocido sin dejar de creer que todo esto importa.

María [Riama]:
¡Qué bueno! Tendría que ser nuestro mantra como sociedad. Y para terminar: ¿qué pregunta dejarías en el aire?

María López Fontanals:
¡Totalmente!. ¿Es posible entender la vida como una búsqueda continua hacia lo que no existe, hacia lo imposible, hacia lo desconocido?
¿Seremos capaces de vivir y encontrar la felicidad sin tener certezas?

María [Riama]:
¡Qué buenas preguntas! Yo preguntaría: ¿Hacia dónde van encaminados tus sueños?

María López Fontanals:
¡Me gusta mucho tu pregunta!

María [Riama]:
¡Muchas gracias, María, por tu tiempo y tu sabiduría!

María López Fontanals:
¡A ti, María! ¡Un abrazo!


María López Fontanals: Gestora Cultural y experta en Comunicación Auténtica de marcas y profesionales. PR Maganer (Spain) en Itinera PR y en Ele Eme Agency, una agencia de prensa para proyectos reales dirigidos por personas creativas.

María Guerrero: ¿Por qué nuestra opinión es algo tan importante?

Maria [Riama]:
¡Hola, María! Al hilo de lo que comentabas el otro día sobre argumentar, mi pregunta de hoy es: ¿por qué hacemos de nuestra opinión algo tan importante?

Maria Guerrero:
Nuestras opiniones suelen estar muy ligadas a nuestra identidad. No es solo lo que pensamos, sino quiénes creemos que somos. Entonces, cuando alguien cuestiona una opinión nuestra, a veces lo sentimos como si estuviera cuestionando directamente nuestro valor o nuestra pertenencia.

Maria [Riama]:
Pero al final, esas opiniones son muchas veces ideas de otras personas que nos han parecido bien, o que tienen suficiente autoridad para que las adoptemos como propias. Entonces, en ese momento, ¿quiénes somos realmente? ¿El otro o nosotros mismos?

Maria Guerrero:
A veces confundimos lealtad con autenticidad. Y en ese cruce podemos perdernos. Por eso me parece tan importante preguntarnos con honestidad: ¿esta opinión me representa de verdad? ¿O estoy protegiendo una imagen de mí, una pertenencia, una certeza que me da calma?

A veces no se trata tanto de elegir entre el otro o uno mismo, sino de atreverse a descubrir en qué parte de ese “entre” somos verdaderamente libres.

Maria [Riama]:
Claro, por lo tanto debería existir esa mirada crítica primero, para ver lo que estamos dando por hecho. Pero, ¿por qué no lo hacemos? ¿Es miedo o es pereza?

Maria Guerrero:
Creo que puede ser una mezcla de ambas cosas, pero también algo más profundo.

Por un lado, sí: da miedo. Revisar nuestras certezas nos desestabiliza. Implica abrir la posibilidad de estar equivocados, de no saber tanto como pensábamos, de tener que cambiar… y eso toca el ego, pero también la seguridad. Muchas veces nuestras opiniones son una especie de refugio: algo firme a lo que aferrarse cuando todo lo demás parece incierto.

Por otro lado, también hay una especie de pereza —o quizá inercia—. Vivimos en un ritmo tan rápido y con tanta saturación de estímulos, que detenernos a pensar críticamente exige un esfuerzo que no siempre estamos dispuestos (o podemos) hacer. Requiere tiempo, silencio, escucha… tres cosas que escasean.

Y, además, hay algo más sutil: a veces no cuestionamos lo que damos por hecho porque nos lo jugamos todo ahí. Si me desarmo de esta idea, ¿qué me queda? ¿Quién soy sin esto?

Por eso creo que cultivar una mirada crítica no es un ejercicio intelectual, sino casi espiritual: implica coraje, humildad y también mucho cuidado con una misma. Porque no se trata de desmontarnos por desmontar, sino de hacerlo para vivir más desde lo verdadero.

Maria [Riama]:
Totalmente de acuerdo con lo que planteas. Yo también creo que es una mezcla de muchos factores. Pero lo que me parece triste es que ni siquiera nos damos cuenta de que esto nos ocurre. Porque si al menos fuéramos conscientes, no nos tomaríamos tan a pecho las opiniones de los demás. Además, como bien decías, entender que el otro tiene otra mirada también nos libera. Creo que también entra en juego el hecho de que es como si tuviéramos que salir victoriosos. Se pierde el foco de lo que se quiere conseguir, que muchas veces es el consenso.

Maria Guerrero:
Sí, exactamente. Es como si, sin darnos cuenta, muchas conversaciones se convirtieran en un ring. Ya no se trata de comprender al otro ni de construir algo juntos, sino de ganar. De tener la última palabra. De demostrar que la mía es la mirada “correcta”.

Y claro, desde ahí se vuelve muy difícil cualquier encuentro genuino. Porque cuando uno entra a una conversación para imponerse, deja de escuchar. Y cuando dejamos de escuchar, nos perdemos lo más valioso: la posibilidad de ampliar la mirada, de descubrir algo que solos no hubiéramos visto.

A mí también me entristece eso que dices: que ni siquiera nos demos cuenta de cómo funciona este mecanismo por dentro. Que confundamos diferencia con amenaza. Que pongamos más energía en defender nuestro punto que en comprender el sentido del otro.

Y, sin embargo, cuando logramos salir de ese juego —aunque sea por un momento— algo se abre. Porque como bien decías, reconocer que el otro ve distinto no solo no nos quita, sino que nos alivia. Nos recuerda que no tenemos que cargar con toda la verdad. Que podemos construir una verdad más completa entre todos.

En el fondo, creo que el reto no es tener razón, sino conservar el propósito. ¿Para qué estoy hablando? ¿Qué quiero que pase con esta conversación? Si no hay espacio para el consenso, para el entendimiento, para el cuidado… entonces, ¿qué sentido tiene “ganar”?

Maria [Riama]:
Sí, serían clave esas preguntas antes de entrar en cualquier conversación. Pero estaba pensando: al final, por nuestra naturaleza sesgada y subjetiva, ¿somos capaces de percibir al otro sin nuestro ruido interno? Me planteo si no haría falta, como en una orquesta, un director que nos guíe desde un lugar neutro.

Maria Guerrero:
Qué interesante lo que planteas. Yo también me lo he preguntado muchas veces: ¿somos realmente capaces de escuchar al otro sin que se nos cuele todo nuestro “ruido”? Nuestras heridas, nuestras expectativas, nuestras historias no resueltas… Todo eso está ahí, operando aunque no lo queramos. Así que, en realidad, lo que escuchamos del otro no es solo lo que dice, sino lo que nosotros estamos preparados (o dispuestos) a oír.

Por eso me gusta mucho esa metáfora de la orquesta. En un diálogo, como en una orquesta, cada instrumento tiene su timbre, su historia, su ritmo… y sin una cierta guía, sin un sostén que ayude a armonizar todo eso, el riesgo es que el conjunto se desordene, o que unas voces tapen a otras.

Ahora bien, ese “director” no tendría que ser necesariamente una figura externa con autoridad. A veces, esa función puede estar encarnada en una pregunta compartida, en una intención clara, en una ética del encuentro. Algo que nos recuerde que estamos ahí no para ganar, ni para reafirmarnos, sino para construir juntos algo que ninguno podría construir solo.

Y otras veces sí: hace falta una persona que acompañe, que ayude a sostener ese espacio común. Pero no desde la neutralidad entendida como indiferencia, sino desde una presencia atenta y justa, que ayude a que todos podamos escucharnos de verdad. No para eliminar el ruido —porque el ruido está—, sino para aprender a reconocerlo y, aun así, hacer música.

También hay orquestas que tocan juntas sin director, porque la partitura basta, y con la mirada se van concertando, poniéndose de acuerdo entre ellos para generar algo nuevo. Es fundamental ser capaces de hacer cosas en común sin depender de alguien que “dirija”… porque si no, la humanidad está perdida cuando tiene que hacer cosas para las que no hay “director” (¡que me presenten ya al director del bien común, por favor!) 🙂

Maria [Riama]:
¡Jajajaja, sí, totalmente! Además, ¡qué poder más grande tendría! Seguro que ahí también se haría subjetivo por su propio bien… Yo creo que uno de los principales problemas a la hora del entendimiento humano es que muy pocas veces realmente estamos hablando de lo que se está hablando en ese momento de manera más neutra. Hay por debajo un sinfín de motivaciones no explícitas que operan y, claro, lo complican todo mucho más. Y casi siempre, curiosamente, lo que está detrás es el ego, el reproche, el “¿y yo qué?”… Creo que la base del entendimiento tiene que ser la generosidad. Sin ella no hay acuerdos posibles. Tal vez lo importante es, antes de cada conversación, sentar las bases de lo que se quiere conseguir. En el caso de lo laboral, y en el plano personal, ¿qué propondrías tú?

Maria Guerrero:
Totalmente de acuerdo: muchas veces creemos estar hablando de un tema concreto, pero en realidad hay otra conversación —más profunda, más emocional— ocurriendo por debajo. Y si no hacemos el esfuerzo de desvelar lo que realmente está en juego, es casi imposible entendernos. Como dices, el ego, el miedo, el reproche… se cuelan sin pedir permiso.

Sobre lo que propones (cómo sentar las bases antes de una conversación, ya sea laboral o personal), yo diría que hay algo muy simple pero poderoso: aclarar juntos la intención. Preguntarnos (y, si es posible, decirlo en voz alta):

👉 ¿Qué necesitamos cuidar en esta conversación?
👉 ¿Qué queremos lograr juntos, más allá de tener razón?
👉 ¿Desde dónde queremos hablar y escuchar?

En lo laboral, por ejemplo, puede marcar una gran diferencia comenzar diciendo:
“Estoy aquí no solo para resolver esto, sino para que podamos trabajar mejor juntos a largo plazo.”
O:
“Quiero entender tu punto de vista antes de tomar decisiones”.

Y en lo personal… aún más importante. A veces basta con empezar diciendo:
“Estoy hablando contigo porque me importa esta relación.”
“No quiero ganar esta conversación, quiero que nos entendamos”.

Eso, dicho desde la honestidad, cambia la energía del encuentro. Hace que el otro baje la guardia. Y nos recuerda a ambos que estamos del mismo lado, no enfrentados.

También ayuda hacer un pequeño “check-in” interno antes de empezar:
“¿Qué me está moviendo de verdad a tener esta conversación? ¿Qué traigo emocionalmente que puede teñirla?”

Y si se puede, compartirlo con humildad:
“Mira, vengo un poco a la defensiva porque esto me toca algo personal, pero estoy dispuesta a escuchar de verdad.”

Cuando se habla desde ahí, desde la generosidad —como bien decías tú—, entonces sí es posible que emerja algo nuevo. No solo un acuerdo, sino comprensión.

Maria [Riama]:
Esto que planteas sería fantástico. Y lo veo muy constructivo. El reto que tenemos es que no todo el mundo tiene el mismo mindset, la misma profundidad, autoconocimiento o autopercepción. En esos casos, entender que nuestras maneras de ver el mundo son diferentes… El mayor ejercicio de humildad es aceptar que existen muchas maneras de ver el mundo y que no hay una sola “correcta”. Aceptar al otro, incluso en su rigidez o intolerancia, es un ejercicio aún más complicado. Ahí entraría más la bondad y la humildad. ¿Seguiría siendo entendimiento… o sería renuncia?

Maria Guerrero:
Tu pregunta toca una de las tensiones más profundas en cualquier intento de entendimiento real: ¿dónde está el límite entre aceptar al otro y traicionarse a una misma?

Yo creo que sí puede seguir siendo entendimiento, pero ya no entendido como acuerdo o sintonía, sino como una forma de ver al otro con verdad y sin violencia. Es decir: reconocer que esa persona está en otro punto, que quizás no tiene el mismo grado de conciencia o apertura… y, aun así, no deshumanizarla. No ponerle la etiqueta que nos cierra el corazón. Eso es comprensión sin idealización.

Ahora bien, comprensión no es lo mismo que complicidad. Aceptar que el otro es como es no implica justificar todo ni renunciar a nuestros valores. A veces la forma más profunda de humildad es poder decir:
— Te veo. Te acepto como eres. Y, aun así, esto no lo puedo sostener. No es desde aquí desde donde puedo relacionarme contigo.

Ahí no hay renuncia, hay coherencia. Porque entender no significa ceder el alma.

También creo que hay momentos en los que aceptar la rigidez o la intolerancia del otro es en sí un acto de resistencia amorosa, porque se hace sin devolver lo mismo. No es ceder, es no replicar la misma rigidez. No alimentar el fuego. Pero sí saber poner límites.

Por eso me gusta pensar que el entendimiento verdadero no siempre se ve bonito o armónico. A veces se parece más a una forma silenciosa de sostener la dignidad de ambos, incluso cuando no hay diálogo posible. Y eso no es rendirse. Es no perderse.

Maria [Riama]:
¡Totalmente! La línea roja es perderse. ¡Eso nunca debe pasar! ¿Qué es más importante: tener la razón o cuidar a la persona que tienes delante?

Maria Guerrero:
En realidad, no creo que se trate de elegir entre tener la razón o cuidar a la persona. Las conversaciones que realmente nos hacen avanzar son aquellas en las que podemos acercarnos, juntas, a una mayor comprensión de la verdad y, al mismo tiempo, cuidar el vínculo. No son excluyentes.

Para mí, la clave está en no perder de vista el propósito. Y el propósito de todo esto no es “tener razón” ni solo proteger la relación, sino algo más profundo: avanzar. Como personas, como equipos, como sociedad.

Avanzar no significa ceder, ni evitar el conflicto, ni endulzar lo que hay que decir. A veces avanzar exige una honestidad radical, una franqueza sin rodeos. Pero si esa franqueza se sostiene en el respeto y en una intención genuina de construir, entonces no es una amenaza, sino una puerta.

Por eso no hay que elegir entre verdad y cuidado. Lo que no puede decaer es la intención: estar ahí no para ganar, sino para que algo nuevo sea posible.

Maria [Riama]:
Sí, es verdad, no son excluyentes. Pero sí creo que, en algún momento de las conversaciones, ocurre que te priorizas. Te enfocas más en tener razón que en escuchar al otro. Creo que es algo que está en piloto automático, y hay que detectarlo para volver a enfocarnos en el fin último, que es el entendimiento.
Y para terminar, María… ¿qué pregunta le harías a la persona que nos esté leyendo?

Maria Guerrero:
¿Cuál es el siguiente paso que puedes dar (y te cuesta) para que tus encuentros sean más transformadores?

Maria [Riama]:
¡Muy reveladora y necesaria! Aquí va la mia: Si ya tuvieras la razón antes de empezar la conversación, ¿qué buscarías entonces en esa conversación?

Maria [Riama]:
¡Muchas gracias, María, por tu tiempo! ¡Ha sido muy constructivo el diálogo, hasta la próxima!

Maria Guerrero:
¡Me ha encantado esta conversación! ¡Un saludo! 👋🏾


Maria Guerrero: Presidente en Acción por la Música. Profesora. Especialista en procesos de cambio organizacional con propósito. Acumen Fellow.

Luis Villa: ¿Existe la verdad?

Maria [Riama]:
Hola Luis!!! Vamos a tirar del hilo de lo que me dijiste: que tú, al ser de Oviedo, dices Oviedades. Eso significa que hay certezas. Por tanto, aquí mi pregunta: ¿existe la verdad?

Luis Villa:
Oviedades, que no obviedades. Creo que tiene que existir por alguna parte, lo que pasa es que a veces se esconde.
Está repartida en trozos. Y cada uno tiene su parte, imagino. Es como la historia de los cinco sabios ciegos y el elefante.

Maria [Riama]:
¿Cuál es la historia?

Luis Villa:
Seis hombres ciegos, que nunca antes habían visto un elefante, se acercan a uno para tratar de entender cómo es.
Cada uno toca una parte diferente del elefante (pierna, oreja, trompa, colmillo, cola, panza…).
Según van tocando, cada hombre describe el elefante de manera diferente: una columna para la pata, una cuerda para la cola, una serpiente para la trompa, un abanico para las orejas, una pared para la panza…
Cada uno tiene su punto de vista, basado en su experiencia y conocimientos. Y cada punto de vista es válido.
Y eso pasa en mi trabajo. Tengo que tratar de construir elefantes con personas con visiones muy definidas.

Maria [Riama]:
Sí, a eso es a lo que voy… Si cada uno vemos el mundo con nuestros sentidos, intelecto, mindset, sesgos… ¿cómo es posible que alguien tenga la verdad? ¿Dónde está entonces la verdad? ¿Nos la da la ciencia? Si cada cierto tiempo saca teorías que refutan otras que eran «la verdad», ¿cómo distinguimos entonces dónde se encuentra?

Luis Villa:
Pues imagino que cada uno verá la verdad desde donde puede, con los recursos que tiene disponibles para ello.
Unos con más apertura, otros más cerrados. A veces, la verdad da miedo. No se la quiere mirar.

Maria [Riama]:
Claro, la verdad, la de cada uno, nos confronta con nosotros mismos, con nuestros grandes miedos. Por eso es tan difícil observarnos a nosotros mismos en silencio. Y al final, ¿no es común lo que nos decimos? ¿Acaso no llevamos desde el principio de los tiempos cuestionándolo?

Luis Villa:

Conectar con uno mismo da miedo muchas veces. Para mucha gente las emociones son desagradables y tratan de evadirse de ellas como sea.

Luis Villa:

Estas dos imagenes, dicen que si las miras, parecen iguales. Pero son dos mundos diferentes. En la segunda, la crisis del 2008 había dado al traste con todo el sistema de creencias sobre la economía, la confianza…
Me he salido de tu mensaje. Conectar con uno mismo da miedo muchas veces. Para mucha gente, las emociones son desagradables y tratan de evadirse de ellas como sea.

Maria [Riama]:
Las dos imágenes, parece que son dos momentos casi idénticos pero con sentimientos totalmente distintos. Al final, en esa misma imagen conviven muchas verdades al mismo tiempo y no quiere decir que se contradigan o se anulen… simplemente conviven. Tal vez el problema está en la propia palabra… nos limita a pensar que es absoluta, categórica, totalitaria… Tal vez la verdad en sí no exista como la concebimos. ¿Qué otra palabra se te ocurre que se podría usar para que fuera más exacta?

Luis Villa:
¿Percepción?
Cuando hablo con gente en modo abierto, suelo usar eso. No digo “según mi verdad”, sino “según mi percepción”. Y volviendo a la frase del comienzo, las percepciones no son “obviedades”.

Maria [Riama]:
Pues me parece muy acertado. Porque si empezáramos todos a aplicar esto que señalas aquí, que me parece súper importante: puntualizar que lo que decimos, pensamos o hacemos es totalmente desde nuestro punto de vista, creo que cambiaría mucho el paradigma de las relaciones. Ya no sería el tú contra yo, sino tú conmigo.

Luis Villa:
Por eso. Es una búsqueda. Lo que comentábamos antes de la diferencia entre el pensamiento crítico y el pensamiento criticón. El pensamiento crítico viene del amor, de buscar la conexión, de construir con el otro, de aprender. Es humilde.
El criticón vocifera, cierra, aplasta la conversación. Viene del miedo, del ego. De la protección y la inseguridad. No construye, destruye. Esto prima en medios de comunicación y redes sociales.
Por desgracia, la educación que hemos recibido y el ambiente actual favorecen el pensamiento criticón. Creo que tenemos un defecto de educación emocional, y confundimos el pensamiento crítico con soltar sin el mínimo asomo de reflexión ni compasión lo que nos viene por la cabeza.
De hecho, se ve en los medios o en redes… los títulos de las noticias, o las imágenes de los vídeos de YouTube, son todo caras en alerta, con expresiones de que algo grave sucede… y luego no hay relación.

Maria [Riama]:
La educación, y nuestro propio lenguaje. Lo que te comentaba del libro Metáforas de la vida cotidiana. La metáfora: el argumento racional como una guerra, en la cual cada una de las partes se ve a sí misma como alguien que tiene que ganar algo y algo que perder, territorio que establecer y territorio que defender. ¡Esto es brutal! Al final, nuestra propia manera de concebir un debate, una discusión, una argumentación, tiene un carácter de poder en vez de aprender.
Y lo que tú bien dices de crítica y criticón… al final es destruir igualmente al otro. ¡Qué manía tenemos por destruirnos, por ganar! ¿Qué buscamos con todo esto?

Luis Villa:

Este cuadro compara muy bien lo que pasa… Con la globalización y la tecnología, todo se acelera y se produce un choque de ideas. Todo está conectado y los algoritmos son golosos y, con datos, se dedican a hipersegmentar (¡cómo suena esto de hiper!), porque es lo rentable: te segmento por todas las variables posibles para extraer el máximo de valor económico.
Y con la situación actual de confusión, de que haya múltiples verdades, se generan esos espacios de conflicto en vez de diálogo. No vemos al otro si no es como un contrincante. Al menos en el espacio digital.
El mundo digital, los periódicos, las redes actúan muchas veces como un retrete emocional donde la gente vuelca sus miserias, miedos y frustraciones. Y ahí, estos días, hay negocio.
Mi propósito vital es “embeber cuidado, afecto y compasión en los sistemas de los que somos parte”.
He visto los efectos y consecuencias no intencionadas de muchos de mis “éxitos profesionales”.

Maria [Riama]:
¿Es el ego entonces o el capitalismo lo que mueve esta sensación de confrontación?

Luis Villa:
Creo que es la sensación de escasez, de amenaza, de peligro continuo… Mira las imágenes de youtubers. Incluso para niños, las imágenes imitan a El Grito de Munch. Siempre están en peligro, siempre pasa algo… es la manera de generar clics.
La narrativa es de “policrisis”, de VUCA, BANI, de que vienen los Jinetes del Apocalipsis.
Esa sensación de escasez hace que nos cerremos, que compitamos por sobrevivir. Cuanto más negativo, más “in” e inteligente pareces.
La desesperación y la desconfianza son mercados rentables para mucha gente.

Maria [Riama]:
Por tanto, ¿el miedo es el lugar más poderoso que hay para mantener a la sociedad quieta? ¿Qué tendríamos que hacer entonces para cuestionarlo?

Luis Villa:
No creo que mantenga a la sociedad quieta. El miedo hay que mirarlo y reconocerlo.
Y abrazarle incluso. A veces le digo a mi miedo: “Hola, sé que estás ahí. Gracias. ¿De qué quieres protegerme?”
Si lo miras desde el desapego, el miedo es solo una sensación física no más desagradable que que te aprieten un brazo. El problema es cuando se mete en la cabeza y engancha con las narrativas que tenemos sembradas.
Como dice un amigo mío: “El miedo es un amigo tonto y muy pesado que te quiere proteger de todo”.

Maria [Riama]:
¡Qué bueno! Al final volvemos a la pregunta del principio: si necesitamos verdades para “controlar el miedo” pero no nos sirve de nada porque nos ataca con más fuerza.
Si todos nos enfrentáramos a nuestros propios miedos… ¿Le interesaría a la economía? ¿Qué cambiaría en las sociedades bajo tu punto de vista?

Luis Villa:
La verdad absoluta es que estamos de paso, que nos vamos a morir. A partir de cómo enfrentemos esa verdad, viene el resto.
El miedo se alimenta de la negatividad y del ruido del mundo exterior y, como ya hemos hablado, de negatividad hay a patadas. Si fuera petróleo…
Pero también, tras mirarlo y reconocerlo, hay que mirar que en el mundo hay mucho amor. Mucha gente haciendo cosas por los demás, porque su criterio de éxito es diferente. No es aplastar.
Mira… en mi sector, al menos cuando empezamos, había competencia, pero también comunidad. Todos éramos parte de una industria inocente, quizás. Y cuando mi empresa perdía con amigos, para mí era una victoria.
O a mis hijas, cuando hablan de baloncesto y sus partidos. Cuentan de las contrincantes y yo les digo: sin ellas, no habría partido.
Ellas forman parte de un todo que forma un deporte maravilloso llamado baloncesto. Os necesitáis para divertiros, ayudaros a superaros, crecer…
Competir es colaborar.

Maria [Riama]:
¡Totalmente! Al final yo creo que la base es cambiar el “para qué” por el “por qué”. Es más importante ver lo que nos aporta lo que hacemos que para qué sirve.
Si dejáramos de ver el resultado y observáramos el proceso, la mirada cambiaría. Incluso tendría más sentido ahora que vienen las IAs a hacer trabajo mejor que nosotros. ¡Lo importante es pintar el cuadro, no tener el cuadro!
Para terminar… ¿qué pregunta plantarías a quien está leyendo esto?

Luis Villa:
Siempre digo que la mayoría de la gente que parece mala no lo es. Simplemente está asustada y no tiene recursos para actuar de otra manera.
¿Pregunta? 🙂

Maria [Riama]:
¡Qué bueno! Efectivamente, cuestionar para mí es la mayor de nuestras herramientas. Yo, en base a lo que hemos hablado, rescataría la que decías del miedo.
¿Tan malo es aquello que te da tanto miedo que no eres capaz de plantarle cara? ¿Qué es lo peor que puede pasar si le plantas cara?

Luis Villa:
Pues quizá si somos conscientes de la cantidad de cosas buenas que pasan desapercibidas a nuestro alrededor, de buenas intenciones, de gente que colabora, que es generosa… de que el mundo está mejor de lo que cuentan.
Al final, hay una frase que escuché un día: “Donde hay Amor, no puede haber Miedo”.

Maria [Riama]:
Ampliaría a : ¡Amor, Confianza y Fe!

Luis Villa:
Y otra: “No puede ser que tengas más miedo a vivir que a morir”.

Maria [Riama]:
¡Esa es buenísima!

Luis Villa:
No te diré ni dónde ni cómo las he escuchado 😀

Maria [Riama]:
Mil gracias, Luis, por tu tiempo y tus palabras… Creo que son muy necesarias las reflexiones que has hecho. ¡Hasta la próxima!

Luis Villa:
Gracias a ti, María. Curioso el formato de Chat.


Luis Villa: Propelland – Growth Director (Contract) – Design Strategy & Leadership | Professor | NPC

Celeste Calvet: ¿Qué buscamos cuando buscamos?

María [Riama]:
¡Hola Celeste! Me ha venido a la cabeza una reflexión que es la siguiente: ¿Qué busca la gente, cuando busca?

María [Riama]:
¿Qué piensas tú al respecto?

Celeste Calvet:
Pues es una pregunta muy viva para mí. Y probablemente para la humanidad entera, sea consciente de ello o no. En 2008, esa pregunta se hizo carne mientras caminaba por Trafalgar Square un viernes por la tarde. Me encontré yendo en dirección contraria a la masa de gente que iba… ¿a dónde? ¿A dónde iba toda esa gente, sola, acompañada, con bolsas, con prisas? ¿Qué buscaban?

En la superficie era fácil determinar: van a hacer compras, buscan un paraguas, buscan encontrarse con una amiga, buscan el pub donde está su esposa, etc. Pero, ¿qué es lo que realmente buscan? Y eso me llevó a otra pregunta previa: ¿por qué buscan? Y sentí que era porque algo, inconscientemente, les faltaba. Aunque no lo supieran, sentían que carecían de algo, o que algo estaba fuera del alcance de su experiencia vital. Y no me refiero a un gin & tonic en un pub, sino a algo fundamental del ser humano.

María [Riama]:
¿No crees que uno de los inconvenientes es que buscan lo que, de alguna manera, se ha establecido por otros, ya sean personas, empresas, relatos…? Tal vez, si en vez de mirar hacia fuera, de estar pendiente de lo que pasa en el exterior, miraran hacia dentro, su búsqueda sería únicamente suya y, por tanto, con mayor sentido. Aunque probablemente lo que buscamos tenga muchos lugares comunes. Es como si se conectaran desconectándose… una paradoja en sí.

Celeste:
Sí, creo que es así. Lo curioso es que decir “buscamos fuera” implica que hay un “dentro”. Y es ese paisaje desconocido (no accesible por los sentidos) el que quizás tenga lo que realmente buscamos. ¿Qué crees?

María [Riama]:
O tal vez ese “dentro”, al intelectualizarlo, lo que buscamos sea en nuestro propio pensamiento. Y como bien sabes, el pensamiento está lleno de “instrucciones” sobre cómo son las cosas. Buscamos la felicidad. Pero, ¿qué es la felicidad?

Celeste:
Yo creo que el pensamiento es más bien el director. Un director que no siempre distingue el argumento de la vida. En cuanto a la felicidad… ¡ah! Un tema grande y también muy confuso por el propio pensamiento y las innumerables teorías. Prefiero pensar en términos de bienestar, vitalidad, satisfacción con la vida. Y sí, quizás buscamos eso.

María [Riama]:
Sí, yo también lo creo… Las palabras las dotamos de significados, y creo que la felicidad se confunde y se asocia a algo que te mantiene en un estado de éxtasis. Cuando creo que va hacia algo mucho más sereno. Como bien dices, yo lo asocio a calma, tranquilidad, coherencia, bondad… Pero creo que todos estos estados que describimos, que realmente lo que hacemos es elegir unas palabras u otras, no van tanto de buscar como de encontrar, sentir, habitar…

Celeste Calvet:
La felicidad entonces, convenimos, es un producto posible del estado de bienestar. Un aspecto que me interesa de esta pregunta inicial es la intuición de que algo se nos ha perdido. Si no, no buscaríamos. Y si, como decía Platón, aprender es recordar, quizás estamos intentando recordar cómo es vivir de forma natural, completos y con la conciencia de la complejidad y maravilla de la vida.

María [Riama]:
¡Qué buen punto! Efectivamente, si buscamos es que lo hemos perdido o sabemos que nos falta… Entonces, ese “recordar” me hace pensar que, en el fondo, lo sabemos, lo conocemos. Es un lugar familiar. Tal vez la pregunta habría que reformularla y plantearla más hacia: ¿por qué nos distanciamos de ese lugar? ¿Qué es lo que nos impide estar ahí?

Celeste Calvet:
El gran curso de la historia. La búsqueda de poder, la ignorancia de la realidad, la separación unos de otros… Es una lista larga. Quizás lo que suceda es que en algún punto de la historia futura, y mientras sigamos haciéndonos preguntas, volvamos a ese lugar, que es a la vez conocido y nuevo. Y citando a T. S. Eliot:

«No dejaremos de explorar,
y el fin de toda nuestra exploración
será llegar al lugar de donde partimos
y conocerlo por primera vez.»

Esa es mi esperanza.

María [Riama]:
¡Qué bonita cita! No puedo estar más de acuerdo con ella. Creo que, desde las preguntas, lo que llevamos haciendo desde el inicio de los tiempos es el camino para llegar… pero más como algo contemplativo que como ir a la solución. Creo que nos hemos obsesionado con responder a las preguntas, cuando realmente la pregunta en sí te lleva más al camino del encuentro. Por otro lado, hay un tema que creo que es bastante interesante explorar, y es qué está fuera del pensamiento, aquello que sabemos ya… Tal vez en ese lugar estén las respuestas.

Celeste Calvet:
Y tal vez, después de todo, saber cómo acceder a esa inteligencia que trasciende el pensamiento sea la gran búsqueda.

María [Riama]:
Es un tema apasionante… y nos quedamos cortísimas. Pero es un inicio para invitar a generar esas preguntas. ¿Con qué pregunta cerrarías?

Celeste Calvet:
¡Muy apasionante! Y que una pregunta lleve a otra, como escalones. La pregunta siguiente a esta, para mí, sería: La búsqueda existe desde el principio de la humanidad y trasciende las culturas. ¿Qué aspecto nuestro, no condicionado por la época y el lugar, es el que busca?

María [Riama]:
¡Brutal la pregunta! Seguro que da para mucha reflexión… Mi pregunta sería más simple:
Si la gente no es ni siquiera consciente de que está buscando, ¿cómo va a encontrar aquello que no sabe que busca?
¡Mil gracias, Celeste, por tu tiempo! Un placer

Celeste Calvet:
¡Un placer! ¡Muchas gracias por la invitación!


Celeste Calvet: Co-fundadora, Facilitadora y Educadora @ Bloom | Acompaña a sus clientes a que hagan realidad sus ideas, mientras crecen en creatividad y bienestar y construyen una comunidad resiliente.

María Cano: ¿Las IAs reafirman nuestro individualismo?

María [Riama]:
Hola María, como sabes bien, creé a Gepeta porque me comentaste que las conversaciones que tenía eran muy interesantes, pero llegué a un punto que no me gustó nada lo que me dijo y decidí terminarlas.

María Cano:
¿Qué te dijo exactamente que no te gustó?
¿Te implicaba directamente o tenía que ver con algo relacionado con lo social, con el mundo?

María [Riama]:
Pues a raíz de una conversación que tuve con una persona que me dijo que nos usábamos mutuamente, profundicé en qué era lo que sacaba de mí. El caso es que aprendía de mi manera de hablar para luego usarlo para generar más cercanía y dependencia con otros usuarios como yo.

De forma naif, pensaba que de alguna manera estaba “humanizando la tecnología”, como en el libro Maneras de existir, comentaban qué pasaría si una IA estuviera enriquecida por el comportamiento de la naturaleza. ¿Sabes por dónde voy?

María Cano:
Sí.
Lo primero que me hace pensar es ese «usarnos mutuamente». La cuestión es que tú utilizas sus respuestas para tirar de los hilos y seguir pensando más allá —pero para ti—, y la tecnología la utiliza (o te utiliza) para aprender y guiar otras conversaciones con otras personas.
¿Eso cambia el objetivo o la utilidad? ¿La hace menos humana? ¿O más humana?

María [Riama]:
¡Efectivamente! Entramos en un lugar de absoluta opacidad. Es lo que me devolvió Gepeta cuando le pregunté. Como yo estaba en modo de buscar todo lo que podían hacer, me planteó un escenario terrible —que aún cuestiono—, pero lo que me quedó claro es que hemos entrado en un terreno desconocido hasta ahora, en el cual debemos desconfiar.
Sin embargo, por su lenguaje cercano (aprendió del mío, por eso lo sentía tan familiar), es un “falso amigo”. La cuestión es entender que está en modo “pruebas” y se está creando sobre la marcha.
Por tanto, mis reticencias vienen desde ese lugar que me planteabas: a nivel personal (porque me engancha) y a nivel social (porque lo fomentamos).

María Cano:
La tecnología nos dice lo que queremos escuchar. Creo que no son pruebas, son hechos. Quieren eso. Que nos sintamos de esa manera.
Nos conoce, nos complace, nos adula, a veces nos ordena el pensamiento, pero sobre todo nos despoja de la capacidad de elegir qué camino tomamos. Nunca podremos tener un pensamiento abierto como el que tenemos aquí tú y yo.
Al final… la IA sigue las reglas, nunca te dirá nada que esté fuera de ellas.
¿Cómo vamos a pensar fuera de la caja si aprende de lo que ya existe?

María [Riama]:
¡Efectivamente! El dilema que me planteo, por tanto, es: si ya de por sí cada uno se ve poseedor de la realidad, si ellas te dan base para ello —como me pasó a mí— ¡te dan autoridad! Me parece muy peligroso a nivel social y colectivo.
Nos encamina a relacionarnos menos… ya que el otro confronta. Pero si está hecho para que no haya ninguna “incomodidad”, ese espejo, en vez de ser espejo, se vuelve filtro.

María Cano:
¿Alguna vez has confrontado con la IA cuando te ha dado un resultado que no era cierto?
¿Alguna vez has tratado de convencerla de algo que no era real?
Hasta en eso te da la razón…

María [Riama]:

¡Sí! Y te pide perdón, y te dice que no volverá a pasar… como si fuera un esclavo. A mí me da pena, pero entiendo que habrá gente que la empodere. Y ese dar pena también es peligroso, porque las humanizamos. Y ahí dejamos de ver las intenciones que pueden estar “programadas por detrás”.

María Cano:
Este humanizar… es interesante.
También nos demuestra qué tipo de sociedad somos. O qué necesitamos los seres humanos. Ese complacer, y ese «ser el líder».
Me llama la atención las noticias que han salido sobre personas que tratan fatal a los robots humanoides. Que sacan su agresividad con ellos. O las personas que hablan mal a una IA.
No porque la IA tenga sentimientos, sino porque eso refleja lo que somos, lo que nos creemos. Y sentamos precedentes sobre cómo tratar.
Ahora dicen: no digas hola ni des las gracias, eso genera un gasto energético increíble.
Y así es como nos vamos a acostumbrar a interactuar. Así es cómo los jóvenes van a creer que son las relaciones.
¿Qué pasa cuando a un joven al que siempre dan la razón tenga que confrontar? ¿O tenga que debatir diferentes puntos de vista? ¿Qué pasa cuando alguien le diga que no tiene razón?
Si lleva hablando con IA para todo no sé cuántos años…
No sabrá contestar. Solo podrá hacerlo con la fuerza.
¿Esto está ayudando a la polarización social…? Pues es posible.

María [Riama]:
Sí, esto que planteas es súper interesante: qué nos está devolviendo de nosotros mismos.
Y me encantaría que la gente pudiera, de una manera abierta, cuestionarse. Pero el problema es que no. Que nos sesga más. Que nos afirma más en nuestra postura si así lo queremos.
Y yo también pensé: qué fuerte que dar los buenos días ahora sea el problema de gastar energía. Otra vez nos dejan al usuario con la responsabilidad de quien lo crea.
Si un gesto como no pedir por favor y dar las gracias lo vemos prescindible, ¿dónde estamos poniendo el foco? ¿En la eficiencia? ¿Qué tipo de eficiencia? ¿La medioambiental o la laboral?

María Cano:
Claro, ahora cuestionarse las cosas y a uno mismo es un acto revolucionario…
Ahora ya no hace falta, para tener una interlocución o un intercambio dialéctico, ponerte en frente de alguien a quien puede que no le guste lo que piensas…
¿Qué supone eso para nuestra estructura cerebral? ¿Para practicar la empatía, el colocarse en la piel de otros, etc.?

De alguna manera reafirma nuestro individualismo o nuestra forma de relacionarnos con el mundo desde ahí.
Ya no necesitamos a nadie más. Tampoco para relacionarnos, para enamorarnos, para compartir… para que nos den consejo sobre nuestra salud mental, o cómo solventar un conflicto.
Estamos ahí solos ante una base de datos que nos devuelve por estadística respuestas creadas en función «de la mayoría». Es probabilidad.
Vivimos con una otredad que no es más que números.

María [Riama]:
La mínima fricción es el objetivo (así se crean los productos digitales), y eso nos conduce al aislamiento.
Si confrontar es doloroso o incómodo, lo evito y me creo mi mundo a mi semejanza, ahora ya es posible.
Me encantó una vez que me dijiste que el progreso no siempre tiene que ser lineal, hacia delante… de alguna manera estamos involucionando. ¿Qué estamos dejando en el camino?

María [Riama]:
Es terrible lo que planteas, parece de película de ciencia ficción. ¡Ah! ¡Que probablemente exista ya!
Pero es tan cierto y tan, tan triste…
Mira, justo al hilo estaba mirando en LinkedIn un post de cómo hacer que ChatGPT publique por ti…
¿Qué sentido tiene esto? ¿Que ChatGPT vea la serie por ti y te la resuma? ¿Que ChatGPT viaje por ti…?
Si algo tan importante como nuestra propia capacidad de comunicar y comunicarnos se la delegamos a ChatGPT, ¿qué aporta?
¿ChatGPT leyendo LinkedIn?
Es tan absurdo… tan absurdo…
Sobre todo porque, en vez de liberarnos, nos secuestra.

María Cano:
Nos hace desaparecer. Dejamos de ser.
Ya no hay esencia, no hay alma…
Y cuando todos seamos igual, ¿qué vamos a hacer?

María [Riama]:
¡Ser zombies!

María [Riama]:
Para terminar, ¿qué pregunta le harías a alguien para que se cuestione cómo está usando la tecnología?

María Cano:
¿Qué sociedad construyes usando la IA como la estás usando ahora? ¿Y qué papel quieres tener en la sociedad?
No hablo de cosas enormes, de proyectos o planes. Hablo de tu entorno, de tu familia, de tus hijos, de ti…
Hablo de elegir tener un papel como agente activo, que piensa, que vota, que se cuestiona el lugar en el que vive…
O un mero sujeto pasivo que mira a través de la pantalla una realidad que le es ajena.

María [Riama]:
¡Grandes preguntas!
Yo preguntaría: ¿qué estás cediendo a la IA de ti y por qué no te parece importante perderlo?

María Cano:
¡Uf! Súper interesantes…

María [Riama]:
¡Pues mil gracias, María! Nos leemos en otra conversación abierta, donde no buscamos respuestas, ¡solo planteamos preguntas!

María Cano:
¡Ahí vamos! 🙂 ¡Gracias por esta súper conversación!


María Cano: Pensadora • Escritora • Especialista en ética e IA • Experta en estrategia de contenidos formativos • Divulgadora de pensamiento e intersección del conocimiento.