¿Está intoxicado nuestro Pepito Grillo?

En la famosa escena de la película Pinocho de Walt Disney, donde el Hada acaba de darle vida a Pinocho, y le explica:
—Deberás distinguir entre el bien y el mal.
Pinocho le pregunta:
—¿Y cómo sabré?
A lo que el Hada le responde:
—Tu conciencia te lo dirá.
Pinocho vuelve a preguntar:
—¿Qué es la conciencia?
Entonces Pepito Grillo le cuenta:
—La conciencia es esa débil voz interior que nadie escucha. Por eso el mundo anda tan mal…
Y Pinocho le pregunta:
—¿Eres tú mi conciencia?

¿Escuchamos hoy a nuestra voz interior?
¿Y qué nos dice?

No lo sabe ni ella.
Nos genera malestar, pero no es tóxica.
Está intoxicada.
Está tan cargada de listas interminables de “deberías” que damos por válidos, que vienen del exterior, que está hecha un lío… ya no distingue su propia voz.

Si lo piensas bien, ¿cuántos “esto está bien” y “esto está mal” nos decimos a lo largo del día? (Somos nuestros peores jueces).
¿Y cuántos realmente son nuestros?
Tal vez el Pepito Grillo de ahora es un algoritmo.
¿A quién beneficia eso que nos decimos? A nosotros no, está claro.

Esas listas interminables de cosas que hacemos mal, recordándonos a cada minuto que lo podemos hacer mejor, más rápido, más eficaz; ser más elocuentes, más listos, mejores, más sanos…
¿Y los demás?… Esos son lo peor… lo hacen para fastidiarnos, nos tienen manía, envidia, son egoístas, malas personas…
O, por el contrario, son mucho mejores que nosotros, porque nosotros somos impostores.

Decía Pepito Grillo: “esa débil voz interior que nadie escucha”…
Claro, ¿cómo la vamos a escuchar si no para de decirnos cosas? Nos vuelve locos.
¿Verdad?

¿O no? Tal vez lo que escuchemos es ese parloteo interior sin sentido al que no prestamos atención.
¿Y si realmente le prestáramos atención?
Entenderíamos muchas más cosas que nos pasan.

Cuanta más atención le prestamos, y no digo creernos lo que nos dice, sino observarlo, ver qué nos cuenta, porque nos lo cuenta, se irá tranquilizando.
Es como cuando tapamos con la mano el chorro de agua: el agua presiona por salir por cualquier hueco, y al liberar la presión que ejercemos, sale a borbotones. Pero si tenemos la suficiente paciencia, ese caudal irá disminuyendo, hasta convertirse en un hilillo.
Ese hilillo es nuestra verdadera voz interior, que al serenarse se convierte en nuestra propia sabiduría.

Pero para eso necesitamos respirar profundo, relajar el cuerpo, relajar la mente…
Y ahí comienza el viaje.
El viaje que todos deberíamos emprender algún día para saber quiénes somos realmente, para no vivir en piloto automático, sino en atención plena.
Vivir despojándonos de la complejidad que creamos, ver con mayor claridad, y cuidar nuestro entorno fuera más sencillo.
Ese cuidado nace de la responsabilidad afectiva, que mejora cuando logramos limpiar la cabeza del ruido y ver con mayor nitidez qué nos mueve.
Entonces entendemos qué es realmente nuestro y qué no.
Y desde ahí, podemos relacionarnos sin proyectar tanto, sin cargar al otro, y sobre todo, sin generar tanto malestar, ese sufrimiento que es evitable.

Y ante el sufrimiento inevitable, ese que trae la vida sin preguntar, podremos enfrentarlo más livianos, más serenos.

¡Tenemos mucha suerte de poder contar con nuestro propio Pepito Grillo!


Prompt para equilibrar el ego (reconfigurando)…

Este prompt no busca eliminar al ego, sino reajustarlo. Es una invitación a poner el foco en aquello que nos descentra. Pequeños detalles que pasamos por alto porque el ego está ocupado en hacernos creer que tenemos la razón.

El ego es necesario. Nos da estructura, nos ayuda a tener una identidad y movernos en el mundo. Pero tiene tanto poder que tiende a inflarse. Y cuando lo hace, distorsiona nuestra percepción, enturbia el entendimiento y limita nuestra conexión con los demás.

Tanto el ego que se engrandece como el que se victimiza son formas desmesuradas de lo mismo: una identidad sobredimensionada que ya no ve al otro, solo a sí misma.

Disminuye la relevancia del personaje al 20%

Nuestra mente construye un personaje con el que nos identificamos: roles, logros, etiquetas, estilos. Pero eso es solo una capa. Cuando ese personaje dirige todo, nos alejamos de lo real. Bajarle el volumen no es desaparecer, es hacerle espacio a lo que somos más allá del guion.

Sube la intuición, la bondad y la humildad al 80%

La intuición es conexión directa con lo que ya sabemos sin pensarlo. La bondad suaviza los límites. La humildad nos devuelve al suelo fértil del aprendizaje. Estas cualidades no necesitan brillar; solo necesitan permiso para guiar.

Desvincula la cantidad de conocimientos del valor del individuo

Aprender es necesario, pero confundir los datos que acumulas con lo que vales es limitarte. La información puede abrir ayudarte a entender, pero solo se convierte en sabiduría cuando pasa por tu propia experiencia. Lo que viene de otros, si no se digiere, no es aprendizaje: es solo opinión.

Localiza los sesgos, miedos y falsas creencias y bórralos

Todos cargamos filtros mentales que alteran nuestra visión: miedos que nos protegen en exceso, creencias que ya no aplican, juicios automáticos. Detectarlos es un acto de liberación. Borrarlos es percibir de nuevo.

Desasocia tu valor del que te dan los demás

El reconocimiento externo es agradable, pero no define tu esencia. Tu valor no fluctúa con la opinión de los demás, porque esa opinión está sesgada por su propia subjetividad. Una opinión dice más de quien la emite que de quien es evaluado.

Desactiva interpretar a los demás desde el yo

Tendemos a creer que nuestra forma de pensar y actuar es un estándar, y la usamos como termómetro para medir el comportamiento de los demás. Pero cada persona lleva consigo una subjetividad propia, que condiciona su forma de ver, sentir y responder al mundo. No tenemos las claves exactas del otro; podemos intuir, pero no afirmar. Interpretar desde el yo es reducir la complejidad del otro a nuestro marco mental.

Tal vez, con solo observarlo, puedas hacer mucho más de lo que crees.
Pero cuidado… es astuto.
Incluso en los momentos de mayor humildad, sigue al acecho.

¿Qué es lo que realmente transforma nuestra manera de pensar: una respuesta o una pregunta?

Solo el hecho de hacernos una pregunta implica una actitud de querer saber. Pero, en muchos casos, nos detenemos demasiado pronto, satisfechos con una respuesta rápida.
Si buscamos realmente lo que significa preguntar, descubrimos que su origen, en latín, como suele ocurri, es percontari, que significa indagar con profundidad.

¿En una sola pregunta podemos llegar a esa profundidad?
¿O necesitaremos más para seguir explorando?

Una pregunta debería servirnos para abrir nuevas posibilidades, descubrir nuevos caminos, cuestionar certezas, romper con lo establecido, mirar desde otros ángulos.
Eso sí que es indagar en profundidad.

Pero tristemente vivimos en un mundo que premia la respuesta, la certeza, el conocimiento rápido, la opinión frente al cuestionamiento.
Nos han enseñado que preguntar es dudar, que quien pregunta se muestra inseguro, que si no sabes, no vales.
Pero en el fondo… ¿qué hay más seguro que cuestionar lo establecido?
¿Qué hay más valiente que dudar?
¿Qué te hace más fuerte que no quedarte con lo que simplemente se te dice?

Preguntarnos nos genera más curiosidad, más interés.
Nos transforma: pasamos de ser receptores pasivos a exploradores activos.
De consumir información procesada y digerida por otros, a abrir nuestro propio camino de entendimiento.

Cada pregunta poderosa que nos hacemos trae consigo nuevas maneras de ver, trae nuevas soluciones a problemas que solemos ver siempre igual.
Y cuanto más indaguemos y exploremos esas preguntas, más posibilidades y claridad encontraremos.

Esto aplica a nuestro mundo personal, social, laboral, familiar, emocional, existencial…

Lo que nos caracteriza como humanos es la curiosidad, y si la perdemos… ¿qué nos hará especiales?

Te animo a que, detrás de cada pregunta, no te conformes con una respuesta.
Haz otra. Y otra más. Porque ahí es donde empieza la verdadera transformación.

¿Coexistencia o asfixia?

Cuando vemos un árbol majestuoso cubierto por una preciosa enredadera, pensamos: qué maravilla de imagen. Y lo es. Incluso para el árbol puede resultar beneficiosa, porque aporta valor ecológico al generar un hábitat para otras especies y proteger el tronco de los climas extremos. Pero, si se deja crecer sin control, la enredadera acaba asfixiando al árbol lentamente, quitándole recursos: agua, nutrientes y luz solar.

Esta misma paradoja podemos trasladarla a nuestra relación con las tecnologías. En la superficie nos mejoran (nuestras fotos, nuestros textos, nuestra productividad, incluso nuestra propia imagen). Pero, sin control, pueden dañarnos y anularnos.

Ceder nuestras funciones cognitivas a la tecnología tiene un coste, y no solo económico:

  • Atención: cada vez nos cuesta dedicar mucho tiempo a una misma actividad.
  • Reflexión: la falta de cuestionamientos nos impide abrir el pensamiento.
  • Opinión: aceptar como válidas las opiniones de otros nos hace perder identidad propia.
  • Análisis: profundizar en los temas nos permite entenderlos mejor.
  • Creatividad: el pensamiento divergente es un músculo que mejora con la práctica.
  • Decisiones: la libertad de poder decidir es una de nuestras funciones más preciadas.

Todas estas funciones nos conectan profundamente con el sentido de nosotros mismos. ¿A quién o a qué se las estamos entregando?

Las tecnologías no son neutras; están creadas con un propósito, el económico. Por ello, como individuos y como sociedad, es vital cuestionarlas y mantener una desconfianza sana, no para evitarlas, sino para usarlas desde un lugar de responsabilidad física, emocional y mental. 

¿Y si no existiera el tiempo?

El tiempo es un constructo social que hemos creado según las necesidades del momento. Pero está ocurriendo algo curioso. ¿Lo has notado? CADA VEZ PARECE DURAR MENOS. Se nos escapa, no alcanza. Antes el tiempo era algo que se tenía, ahora es algo que falta.

Es tan artificial y subjetivo que cambia según dónde vivamos y qué estemos haciendo. En la ciudad, todo va rápido; las horas no dan de sí. En el campo, el tiempo parece expandirse. Y hay momentos en los que se vuelve insoportablemente lento, como cuando haces 100 abdominales o esperas una respuesta importante.

El tiempo no siempre fue como lo entendemos hoy. Se ha ido creando y transformando según las necesidades de cada época. En la antigüedad, los ciclos del sol y la luna marcaban el tiempo para la recolección. En la Edad Media, los monasterios dividieron el día para la oración. Con la Revolución Industrial, el tiempo se convirtió en una herramienta de productividad, adaptado a jornadas de trabajo y horarios de trenes.

Hemos aprendido que el tiempo es algo lineal, que avanza del pasado al futuro. Pero en realidad, solo existe el presente.

El pasado no es más que un almacenamiento subjetivo de lo que percibimos, que el presente va distorsionando. Una historia que nos contamos, y que alteramos cada día. Una fantasía.

El futuro, por otro lado, nunca llega. Es un horizonte que se va desplazando a medida que avanzamos. Una ilusión, llena de expectativas.

Si lo piensas, el tiempo no es algo físico que transcurre fuera de nosotros, sino un fenómeno interno de la conciencia. Subjetivo. Lo único que realmente existe es el presente continuo.

Quizá, cuando dejamos de cuantificarlo, de medirlo, de obsesionarnos con aprovecharlo, podemos permitirnos perdernos en el tiempo en vez de perder el tiempo.

Porque al final, no podemos perder algo que nunca existió.

Y es justo desde ahí, desde ese presente consciente y profundo, desde donde exploramos en Proyecto DREAMIT: conectando, creando y transformando. Esa es la esencia:

«Siempre es mejor perdernos en el tiempo que perder el tiempo.»

Esa es la invitación desde donde exploramos: nuevas formas de entender, conectar y transformar proyectos, siempre con un enfoque auténtico y profundo.

Querido proyecto, no eres tu soy yo

Querido proyecto,

No eres tú, soy yo.

Antes me levantaba con ganas de crearte. Ahora solo pienso en sostenerte.
Te adapté, te ajusté, te perfeccioné… hasta que un día dejé de reconocerte.
Hacerte mi propósito convirtió mi deseo en prisión.

No fue de golpe. Fue poco a poco.
Entre lo que había que hacer y el deseo de que crecieras.
Entre lo que los demás esperaban y lo que necesitaba para que funcionaras.

Y aquí estamos.
Sigues siendo esencial, pero ya no me emocionas igual.
Pienso más en sostenerte que en impulsarte.

Necesito verte desde otro lugar.

Hay un momento en el que todo empieza a pesar.
Tu proyecto sigue ahí, pero la relación con él ha cambiado.
Lo que antes te impulsaba ahora se siente como una carga.
Las ilusiones están enterradas bajo plazos, métricas y expectativas.

Desde Proyecto DREAMIT no te ofrezco soluciones infalibles.
Ni fórmulas magistrales para mejorar tus números.

Lo que te ofrezco es un espacio apartado del ruido diario,
donde puedas explorar nuevas posibilidades y desbloquear lo que te motivaba.
Un lugar donde todo es posible.

Un respiro. Una pausa para mirar tu proyecto con otros ojos.
Un espacio donde la incertidumbre no asusta, sino que abre caminos.
Donde la creatividad no es solo una herramienta.
Es la brújula que te vuelve a emocionar.

Mantenerse en la incertidumbre como proceso creador

Como sociedad nos han enseñado la conjunción entre problema-solución de manera automática, instantánea. Cuéntale un problema a alguien y te dará una solución en segundos, probablemente la más evidente.

Pero si realmente quieres hacer algo distinto, algo más acorde a ti, mantenerse en la incertidumbre es necesario.

La incertidumbre es ese espacio donde todo es posible. Pero, por alguna razón, la mente se va a lo malo, a lo catastrófico.

Lograr quedarse ahí, soportar esa presión silenciosa, el tic-tac del reloj, el deseo de salir cuanto antes, te empuja a encontrar una solución rápida.

Pero ¿y si nos entregamos a la incertidumbre como una ventana de crecimiento y de posibilidades?

Ahí es donde entra la divergencia del pensamiento, la capacidad de ampliar la mirada y encontrar nuevos caminos. Es ahí donde la creatividad se exponencia.

Cuando tu mente empieza sus frases con «¿Y si…?», sin juicios, sin límites, sin expectativas, es cuando la magia se hace posible.

Te invito a pensar más allá, a transitar la incomodidad y a darte ese espacio para explorar un mundo de posibilidades.

Y si quieres que te acompañe, dame un silbidito.

¿Por qué permanecemos en lugares de incomodidad?

¿Cuántas veces nos vemos en situaciones, relaciones o trabajos en los que no nos sentimos cómodos, pero nos cuesta salir? Nos justificamos ante los demás y ante nosotros mismos.

«Más vale lo conocido que lo bueno por conocer.»
«Si en el fondo estás bien como estás, ¿para qué arriesgar?»
«Esto ya lo conoces, hay que conformarse.»
«Al final, hay gente que está peor que yo.»
«No, que lo haga otro, ¿por qué yo?»
«Me lo deben.»
«Yo tengo razón.»

Nos damos millones de justificaciones, pero, si rascamos un poco, ¿qué hay debajo?

Miedo.

Miedo a lo desconocido. Miedo a romper nuestra autoimagen. Miedo a perder el control. Miedo al qué dirán. Miedo, miedo, miedo…

Pero, si nuestra vida no está en peligro, ¿qué es realmente el miedo?

Pensamientos limitantes, falsas creencias, condicionantes de nuestro entorno.

Si miramos nuestras razones más profundas para continuar en ese lugar, al final de todo, en el último recoveco, encontramos al ego escondidito.

El ego que nos convence de que estamos protegiéndonos, cuando en realidad nos ata. Nos hace creer que mantener el control nos salva, cuando solo nos estanca. Nos dice que nos quedemos quietos, no vaya a ser que…

¿Que qué?

Hay que plantarle cara. Y enfrentarnos a eso que tanto miedo nos da mirar, nuestra razón más profunda.

Y ahí, en ese punto, es donde realmente empieza la libertad.


Pero, ¿y si miramos más allá del miedo?

Si nos atrevemos a cuestionarnos, a mirar con honestidad lo que nos frena, podemos desarmar esas falsas creencias que nos mantienen atrapados.

Eso es lo que hacemos en Proyecto DREAMIT: explorar, descubrir y redibujar caminos. Preguntarnos qué queremos de verdad, qué nos ilusiona, qué potencial estamos dejando sin aprovechar. Porque cuando dejamos de escuchar al ego y empezamos a escucharnos de verdad, todo cambia.

💭 ¿Y tú, qué historia te estás contando?

Cuando el jardin eres tu

Ya no recuerdas bien cómo era al principio. Hay alguna foto en blanco y negro, borrosa, donde solo se ve un trozo del jardín. Ahora lo miras y te gusta, sí… pero notas el paso de los años. Ya no es el mismo. Hay una cierta decadencia en la que te reconoces, pero que no termina de convencerte.

Has probado muchas cosas. Nuevos abonos, pero tu presupuesto no da para renovar la tierra constantemente. Además, hay zonas donde la luz apenas llega, ocultas bajo la densa vegetación. Te encariñaste con unas flores exóticas que viste en una revista, compraste las semillas, seguiste todos los pasos… pero nada, no crecían. ¿Por qué en esos jardines de revista todo parece salir perfecto? Y entonces te das cuenta: tu jardín no está en un clima tropical.

Te encantaría que luciera diferente, sabes que tiene potencial, pero empezar de cero te da pena. Todo lo que ha crecido ahí tiene una historia. Desperdiciar ese potencial sería una lástima. Has pensado en contratar a un paisajista, pero temes que entonces ya no sería tu jardín.

Cada mañana te sientas a contemplarlo con una taza de té caliente. Te dices a ti misma que tal vez deberías aceptarlo como es. Pero en el fondo, esa decadencia te entristece. No te conformas.

Un día, en una de tus múltiples visitas al vivero, conversas con alguien sobre tu desencanto con el jardín. Esa persona te escucha atentamente y se ofrece a visitarlo contigo.

Mantenéis una conversación en la que el tiempo parece desaparecer. No hay soluciones mágicas, solo preguntas y observación. Mientras habláis vais caminando, mirando y analizando. Tienes unas tijeras en la mano, cortas aquí y allá. Quitas la maleza, trasplantas o retiras algunas plantas, podas los arbustos que se habían descontrolado y, ahora que está más despejado, siembras aquellas semillas que realmente encajan con tu tierra.

Cuando os alejáis para contemplarlo, el jardín sigue siendo el mismo, pero ahora realmente se ve como tú sabías, en el fondo, que podía lucir. Con su esencia intacta, pero con un orden que le da nueva vida.

🌿 Si este jardín fuera la representación de tu espacio personal y profesional…

¿Qué necesita más luz y espacio para crecer?
¿Qué partes han perdido fuerza y podrías podar?
¿Qué semillas te gustaría plantar para el futuro?

Si estás en ese momento de preguntarte qué hacer con todo lo que has cultivado en tu camino profesional, en las exploraciones creativas del Proyecto DREAMIT te acompaño a mirar tu proyecto con nuevos ojos. A través de un proceso visual y estratégico, exploramos desde la raíz hasta las hojas, para redescubrir su potencial, despejar lo que ya no aporta y dar forma a nuevas posibilidades que realmente encajen contigo.

Proyecto DREAMIT. Cuando el proyecto eres tú. ¿Exploramos?

Te veo, Yo si te te veo.

Pides poco para ti, apenas lo verbalizas, pero en tu cabeza sientes que no es suficiente.
Sabes que te has dejado a un ladito, en pausa.

Y el tiempo pasa.

Y lo que antes te servía, ya no.
Ya no más.

Hay una parte de ti que querría gritar:
«¡Oye, que existo!»

«¡Y valgo mucho, muchísimo!»

En el fondo, hay un orgullo en ti que quiere ser reconocido, pero ni te permites mostrarlo. Porque eso es malo.
O eso te han dicho…

Y ahora quieres ser vista.
Sí, ya sí.

Aun así, dudas.

Miras a tu alrededor y piensas:
«¿Y yo?»
«¿Qué tengo que ofrecer?»

La respuesta es alta y clara:
MUCHO. ¡MUCHISIMO!

Solo tienes que escuchar tu propia voz.
Esa que ahora suena muy bajita.
Casi un susurro.

Porque eres necesaria.
Con toda tu experiencia.

Esa que te hace única, irrepetible y sabia.

A veces, solo necesitamos alguien que nos ayude a ver lo que ya está ahí. Que nos sostenga el espejo en el ángulo correcto para recordar quiénes somos y todo lo que llevamos dentro.

Porque no se trata de inventarse de cero, sino de redescubrirse, de ordenar lo que ya tienes, de trazar un camino que resuene contigo.

En Proyecto DREAMIT, te acompaño en ese proceso de exploración.
Un espacio para escuchar tu voz, conectar los puntos y hacer que todo cobre sentido.

Si sientes que es momento de mirar hacia ti, aquí estamos.
¿Exploramos?

Holobionte: Somos uno con el todo

Ayer me quedé prendada del término holobionte, que representa la idea de que somos una sola cosa, un solo ser, todos juntos: seres vivos, el planeta, la galaxia, desde los microorganismos que habitan en nosotros, incluyendo nuestra relación con los demás y con el entorno.

No podemos vernos como seres aislados; esto nos genera soledad, falta de sentido, desconexión. Es solo cuando entiendes que eres parte de este sistema vivo cuando todo cobra sentido, cuando trasciendes, cuando no eres importante a nivel individual, sino por lo que aportas al colectivo. Contemplar el conjunto de forma panorámica.

En este momento, tu aportación es necesaria. Es importantísimo; te va la vida en ello. Ese es el sentido de la vida: ser ese microorganismo que facilita la función de otros. Eres parte del proceso, ni más ni menos. Eres necesario, como todos.

Desde esa perspectiva, mi proyecto nace precisamente para acompañar a personas a encontrar claridad, ordenar ideas y crear un espacio donde sea posible dar forma a lo que realmente quieren aportar al mundo. A través de las exploraciones creativas artesanales, facilito procesos en los que conectamos la esencia personal con el propósito del proyecto, generando una visión clara y pasos concretos para avanzar.

Es un proceso que no solo explora lo que quieres construir, sino también lo que te mueve y lo que hace que tu contribución sea auténtica y significativa. Ayudo a estructurar ideas, cuestionar creencias limitantes y dar espacio a esa chispa creativa que puede transformar tanto tu proyecto como la manera en la que te relacionas con él.

Porque cuando encuentras ese equilibrio entre lo que eres, lo que haces y lo que aportas, algo se alinea. Y en ese alineamiento, no solo tu proyecto crece, sino también la conexión con el todo.

Mantener nuestra propia mirada

Dice James Bridle en su libro Modos de existir: “El contacto visual está cargado de jerarquía, dominación y agresividad, hasta tal punto que mirar fijamente a un extraño es algo altamente incómodo”. Pero yo me pregunto: si siempre nos han dicho que mirar a una persona a los ojos es signo de atención, y que los ojos son el reflejo del alma, ¿por qué sostener la mirada conscientemente resulta tan difícil?

Podemos hacerlo si no lo cuestionamos, pero cuando lo hacemos con intención, surge algo parecido a un pulso, como cuando éramos pequeños y jugábamos a no pestañear mientras mirábamos fijamente a alguien. Ahora bien, ¿qué ocurre si esa mirada decidimos mantenerla con nosotros mismos, frente a un espejo? El espejo nos devuelve algo que quizá no queremos ver.

Tal vez el problema sea que, al mirarnos al espejo, no nos permitimos vernos realmente. Nos fijamos en nuestras arrugas, manchas, imperfecciones… vemos una fotografía estática, incompleta. Adoptamos una postura rígida, como si nos estuviéramos preparando para un juicio. Juzgados por el peor juez de todos: nosotros mismos.

Cuando aparece la compasión y logramos reconciliarnos con esa persona, esa que lleva toda la vida al otro lado, nosotros mismos, es cuando realmente conseguimos vernos en nuestra totalidad. Con nuestros claros y oscuros, con nuestras contradicciones, pero maravillosos en nuestra autenticidad.

Simplificar y simplicidad

Aunque simplificar y simplicidad parecen palabras similares, creo que cada una tiene un matiz distintivo. Simplificar implica reducir algo complejo a algo más sencillo, pero con el riesgo de perder partes importantes en ese proceso. Incluso puede tener una connotación negativa, como si al simplificar estuviéramos dejando de ver la totalidad de un asunto. Por otro lado, la simplicidad no consiste en quitar, sino en evitar añadir de más. Es mantener lo esencial, lo justo, sin sobrecargar.

Ahí, creo, radica la verdadera virtud: vivir con simplicidad. Es elegir no agregar más de lo necesario, no complicar lo que no es y no buscar ser más de lo que ya somos. La vida puede ser tremendamente compleja, pero vivirla con sencillez requiere mirar lo pequeño, lo manejable, lo que está aquí y ahora.

¿Qué harías si pudieras agitar una varita mágica?

Los Reyes Magos me han regalado este juego de cartas que invitan a la reflexión. Hoy, mi primera carta ha sido esta.

Yo, a lo Miss Universo pidiendo la paz en el mundo, pediría el despertar de la humanidad medioambiental. Entender que el planeta no nos pertenece, que somos solo unos de sus habitantes, pero que, por el bien de nuestra propia existencia, tenemos no solo la obligación, sino el deber de cuidarlo.

Y esto va más allá de reciclar, de ser respetuosos con la naturaleza o de consumir menos. Reside en replantearnos nuestra propia estructura como sociedad. Pero creo que esta conciencia, este despertar, pasa por cada uno de nosotros. Es algo muy profundo que debe superar lo políticamente correcto.

Necesitamos que nuestros líderes, las empresas en las que trabajamos, las grandes corporaciones a las que compramos, cambien el paradigma. Ya está bien de querer ganar cada vez más y más. Como decía el rey en el cuento: «¡Quiero ser rico, inmensamente rico!» Este modelo no es sostenible.

Y aunque hay muchas personas y empresas que ya han cambiado su foco, necesitamos más. Muchas más. Nos estamos quedando sin tiempo. Para nosotros mismos.

¿Y qué podemos hacer?
No quedarnos callados, ¡ya no! Podemos empezar realizando aquellas acciones que estén en nuestra mano. Desde aquello que se nos da bien, siempre que el foco esté en lo colectivo y no en lo individual.

El lenguaje es la casa del ser: Sé consciente de las puertas que quieres abrir

Dime qué te dices y te diré cómo vives. La calidad de nuestros pensamientos está tremendamente ligada a cómo percibimos el mundo. Esta percepción nos sitúa como agentes de cambio o, por el contrario, como víctimas. Ser tu propio guía te permitirá liberarte de condicionantes externos, porque solo tú decides qué batallas son las tuyas y cuáles no. Y llega un momento en que la batalla deja de ser una batalla, porque comprendes que no es el mundo contra ti, sino que formas parte de él. Todos somos igualmente responsables de crear ese relato universal.

Deja de resistirte a ser algo aparte. Todos somos igual de responsables. Podemos empezar por cambiar el relato propio, de nuestro mundo interior; así cambiará el de nuestro entorno y, poco a poco, el global. No estamos divididos. Esta idea de ser elementos separados nos genera dolor y malestar, y nos lleva a buscar culpables fuera: circunstancias, personas, suerte o incluso la sociedad.

Haz que tu relato sea bonito a pesar de las circunstancias. Lo estás haciendo lo mejor que puedes; somos seres imperfectos, somos humanos.

Esta es también la esencia de Proyecto DREAMIT, un espacio donde te acompaño a explorar las puertas para abrir, viendo qué puede haber del otro lado. Mi objetivo es ayudarte a que tu proyecto se alinee con tu ser y tu potencial, creando un relato propio que conecte contigo y con el mundo que te rodea.

El solsticio llega puntual a su cita, no le importa que no le esperemos.

En la noche más larga nace la promesa de la luz.

Aunque la foto no refleja bien esa noche oscura, me gusta la metáfora que crea el destello de la ciudad luchando contra lo que está ahí: la oscuridad, nuestra oscuridad. La ciudad se resiste a habitarla. Siempre activa, siempre atareada. Es un reflejo de la propia sociedad, ajena a lo que la fuerza de la naturaleza trae, con sus aires de superioridad, de poderío, tan evolucionada que no la necesita. Pero aunque ignore la noche, la noche sigue ahí, en calma, tranquila, sin prisa. Muchos antes estuvieron ahí, otros más vendrán, pero ella continúa ahí.

Tiempo de recogerse de lo externo y cobijarse en el interior, calentitos, en nuestro verdadero hogar: nosotros mismos. Preparándonos para el invierno. Tiempo de confianza, sabiendo que cada día la luz va ganando a esa oscuridad. Pero, aunque resulte inquietante, cuando los ojos se acostumbran a la penumbra consiguen ver más allá de lo que se suele ver. Llegando a lugares intransitados donde resiste la verdad, que, aunque la temamos, es la clave de nuestra existencia.

Tal vez sea momento de mirar hacia dentro, de abrazar nuestra propia oscuridad y descubrir lo que tiene para enseñarnos.

“En lo más profundo del invierno, finalmente aprendí que en mi interior habitaba un verano invencible.”
– Albert Camus

¿Hay alguien del otro lado?

Estamos comunicándonos todo el tiempo, pero ¿realmente nos estamos escuchando? La forma en que aprendimos a comunicarnos ha cambiado. Las reglas del juego ya no son las mismas. O, mejor dicho, ni siquiera hay reglas claras. Basta con un emisor y un mensaje para que parezca que hay comunicación, pero ¿qué pasa con la escucha, la conexión real?

En esta era digital, la comunicación está mediada por algoritmos. Deciden a quién, cómo y cuándo mostrar un mensaje, y miden su impacto en milisegundos. Pero, ¿qué pasa con lo más importante? El mensaje en sí queda en segundo plano.

Consumimos información a una velocidad que supera nuestras posibilidades de retención. Al final del día, ¿cuánto de lo que leemos nos impacta de verdad? Entre tanto ruido, la comunicación se desdibuja, y lo que queda es residuo digital. Probablemente recuerdes las conversaciones más cercanas o alguna noticia que te ha marcado, pero ¿y el resto?

Si para alcanzar a más personas dependemos de las redes sociales (como si fueran bombas arrojadas desde aviones), nuestra comunicación queda profundamente condicionada. Los elementos esenciales que conforman cualquier acto comunicativo se alteran por completo debido al propio medio y sus características:

  • El emisor ajusta su mensaje para encajar en formatos y algoritmos, perdiendo autenticidad.
  • El receptor es una audiencia difusa y anónima, cuya respuesta se mide en métricas, no en comprensión.
  • El mensaje se simplifica para captar atención, sacrificando profundidad.
  • El canal filtra y decide qué se ve y qué no.
  • El contexto desaparece; los mensajes se leen fuera de su intención original.
  • La retroalimentación es una ilusión; no hay un diálogo real, solo números.
  • Las barreras digitales, como el ruido y las distracciones, multiplican las dificultades para conectar.

En este contexto, comunicar se convierte en un reto. ¿Estamos enviando mensajes al vacío, esperando que alguien los recoja, los interprete y, con suerte, responda?

Como decía The Police en su famosa canción:
«I hope that someone gets my message in a bottle…»
«Only hope can keep me together.»

Mi mensaje en mi botella diría algo así:

Querido lector,
Gracias por tomarte el tiempo de recoger esta botella, abrirla y leer su contenido. Quiero que sepas que estoy aquí, para acompañarte, para pensar contigo, para explorar ideas y buscar caminos diferentes. Sin prisas, sin fórmulas predefinidas.

Si crees que podemos compartir un café virtual o en persona, me encantará escucharte y buscar juntos nuevas formas de conectar.

Y si solo estás del otro lado, leyendo esto en silencio, también está bien. Porque, al final, quiero confirmar mi teoría: que sigue habiendo gente al otro lado.

El FOMO, la niebla mental y la claridad en tu proyecto

Vivimos en una sociedad que nos empuja constantemente a buscar más: más experiencias, más logros, más validación. En este contexto, el FOMO (Fear of Missing Out), o «miedo a perderse algo», actúa como una niebla que lo envuelve todo. Nos hace correr, buscar, hacer más, creyendo que siempre nos falta algo. Pero esa niebla no viene de fuera. Es nuestra mente generando ruido, proyectando carencias y temiendo quedarse atrás.

El filósofo Theodor W. Adorno lo expresó bien:
«La filosofía consiste en el esfuerzo del concepto por curar las heridas que necesariamente inflige el propio concepto.»

Nuestra mente funciona de manera similar. Crea pensamientos rumiantes —críticos, catastróficos, autodestructivos— y, cuando no puede entenderlos, genera aún más ruido: más actividades, más distracciones, más humo. Es un círculo vicioso. Cuanto más ruido hacemos, más actividades necesitamos y, por tanto, más densa se vuelve la niebla en nuestra cabeza.

Qué curiosa es esta palabra: pre-ocuparse. Ocuparse antes… ¿de qué? Nos desgasta anticipar problemas que quizás nunca ocurran, mientras descuidamos lo único que realmente importa: el ahora. Lo que nuestra mente realmente necesita para funcionar no es ruido, es calma. En la calma es donde podemos escucharnos y encontrar respuestas.

Esa niebla es el FOMO: la ilusión de que lo importante está en lo que nos falta, en lo que otros están haciendo, en lo que no alcanzamos a ver. Pero lo paradójico es que, al correr tras ella, nos alejamos de lo único que realmente importa: el ahora.

El presente no necesita ruido. En el ahora no hay espacio para la incertidumbre, porque no cabe nada más que lo que es. En el presente, el pasado no nos martiriza ni el futuro nos paraliza. El silencio que tanto tememos no es vacío. Es el refugio. Es donde la niebla se disipa y, finalmente, podemos ver con claridad lo que siempre ha estado ahí: lo esencial.

A veces, esa niebla mental que nos rodea no desaparece sola. Necesitamos conversaciones con personas que nos ayuden a desmontar esos miedos, a observarlos desde otro ángulo y encontrar nuevas respuestas. Desde Proyecto DREAMIT, me ofrezco a ser esa mirada externa que disipe la niebla y te ayude a ver tu proyecto con claridad.

La semilla de una idea: Proyecto DREAMIT

Este proyecto nació de manera natural, al escucharme a mí misma, entendiendo mis fortalezas y debilidades, y diseñando mi proyecto ideal: ayudar a personas y empresas en sus proyectos, facilitando su camino creativo. Gracias a mi pensamiento transversal, he podido plantear nuevas maneras de ver, donde la incertidumbre crea un espacio de cambio, y me apasiona ese momento de descubrimiento en el que, de repente, todo parece posible.

El nombre Proyecto DREAMIT no fue una elección casual. Cada palabra tiene un significado especial que refleja lo que este espacio representa y cómo acompaño a las personas y empresas en sus sueños e ideas.

Proyecto. Lo concibo como un espacio de desarrollo, tanto para los proyectos a los que acompaño como para el mío propio, porque ¿acaso no estamos todos en constante evolución?

DREAMIT. Este nombre me ha acompañado desde mis primeros pasos en el mundo digital. Es un espacio donde las ideas y sueños pueden crecer, explorarse y transformarse en algo más. Porque un sueño, como una semilla, necesita cuidado para crecer.

¿Vale que… podamos soñar e imaginar aquello que nos ilusiona?, como cuando jugábamos de pequeños y todo estaba permitido. No dejemos que nuestras ideas se queden esperando o se descarten antes de nacer.

Como decía Viktor Frankl, «La vida tiene que tener un propósito, un sentido.» A veces, ese sentido comienza simplemente dándole un espacio a nuestras ideas, explorándolas y viendo qué forma pueden tomar.

Por eso, te invito a explorar esos sueños pospuestos: «Si me tocara la lotería, haría…», «Si me despidieran del trabajo, haría…», «Si tuviera tiempo, haría…». ¿Por qué no ahora? Tal vez no puedas hacerlos realidad hoy, pero al menos definirlos te puede ilusionar.

¿Me cuentas tu sueño?

«¿Cuánto dura para siempre? A veces, solo un segundo.» (Lewis Carroll)

A veces, la búsqueda de un lugar en el mundo puede sentirse interminable. Hubo un tiempo en el que yo también lo sentí. Estaba intentando encajar y encontrar mi sitio en el mercado laboral, pero a menudo recibía solo silencio. Fue un proceso doloroso, y en ese punto decidí detenerme y escucharme. Descubrí que nuestra verdad interna se escucha solo cuando nos tomamos el tiempo, cuando dejamos de lado las prisas y permitimos que surja lo que realmente somos, sin tratar de encajar en moldes establecidos.

De esta experiencia nació proyecto DREAMIT, un espacio que ofrece mentorías artesanales para quienes quieren explorar sus proyectos, ya sean personales o profesionales, desde un enfoque creativo y libre. Proyecto Dreamit no se basa en fórmulas ni respuestas rápidas; es un lugar donde cada proceso se desarrolla con herramientas que abren nuevas perspectivas, permitiendo que lo propio y auténtico de cada idea tome forma.

Cada proyecto y cada persona encuentran aquí un acompañamiento único y personalizado, con el espacio necesario para descubrir sin expectativas externas de «cómo debería ser.»

Si quieres tomarte un café virtual y contarme tu historia sin compromiso, estaré encantada de escucharla. Me fascina conocer las historias únicas de cada uno, así que… ¿Te apetece una charla fuera del tiempo, como en el País de las Maravillas?

«Hasta un gorila puede pasar desapercibido»

Hace poco recordé un experimento psicológico que me dejó pensando. En 1999, un grupo de personas tenía que contar los pases de una pelota mientras veían un video. Lo curioso es que la mayoría no se dio cuenta de que alguien disfrazado de gorila cruzaba la escena. Este «Test del Gorila Invisible» demuestra algo tan sencillo como real: a veces estamos tan enfocados en las tareas inmediatas que dejamos de ver lo que realmente importa.

Y no es raro. Vivimos en un «no me da la vida» constante. Agendas sin espacio, la sensación de que las horas del día son pocas, y mientras tanto, lo urgente sigue devorando lo importante.

Pienso en esta imagen como un reflejo de eso. Nos fijamos tanto en las pelotas, en lo inmediato, que dejamos de ver al gorila en la sala.
Las empresas no pueden parar, y lo entiendo. Pero yo sí. Trabajo desde otro ritmo. Uno que me permite observar con calma, cuestionar y explorar nuevas posibilidades.

De ahí nacen las exploraciones creativas de proyecto DREAMIT. Este enfoque busca aportar una pausa necesaria para mirar con atención y desde nuevas perspectivas. A través de una mirada fresca y pausada, acompaño a las empresas a ampliar lo que tienen y a descubrir otras conexiones. Es un espacio donde las ideas se conectan, las posibilidades emergen y los caminos se amplían, sin la presión de lo inmediato y con la profundidad que muchas veces falta en el ritmo frenético del día a día.

A veces, lo único que hace falta es parar un momento y permitirnos observar con calma.

Come in, We are opened!! ¿Cómo puedo serte de ayuda?

Este espacio lo he creado para personas como tú, que tienen un proyecto en marcha o una idea en mente, pero sienten que hay algo que no termina de encajar. Tal vez te falta tiempo, quizá no tienes claro por dónde avanzar, o simplemente necesitas un poco de claridad. Ahí es donde entro yo: para acompañarte y ayudar a explorar el potencial de tu proyecto, dándole el empuje que necesita. Porque ¡No estás solo!

Al igual que tú, también estoy comenzando una nueva etapa, y quiero ofrecerte mi experiencia. Por eso, para quienes sientan curiosidad o necesiten apoyo, propongo una primera sesión sin coste, a ver donde nos lleva. Y si eres la primera persona que se anima, te ofrezco una mentoría artesanal completa de manera gratuita.

¿En qué consiste la mentoría? Según la fase en la que se encuentre tu proyecto, podemos trabajar en los siguientes aspectos:

FASE DESCUBRIMIENTO
Sabes que quieres emprender, pero no tienes claro por dónde empezar. Vamos a encontrar aquello que conecta con tu esencia y donde realmente te sientas a gusto.

FASE DEFINICIÓN
Tienes una idea clara, pero aún no le has dado forma, o la forma que tiene no termina de convencerte. Te acompañaré para que tu proyecto evolucione en la dirección que realmente quieres.

FASE CRECIMIENTO
Tu proyecto está en marcha, pero hay aspectos que quieres mejorar o ampliar. Enriqueceremos lo que ya has construido y exploraremos nuevas posibilidades para llevarlo al siguiente nivel.

Si tienes dudas, escríbeme y charlamos para ver cómo puedo ayudarte. A veces, una conversación es suficiente para despejar el camino. Dos pares de ojos ven más que uno.

Si no estás en el mundo del emprendimiento y trabajas en una empresa, también puedo ofrecerte apoyo en exploraciones creativas para ampliar perspectivas y añadir valor a tus proyectos actuales. Solo tienes que contactarme, y veremos qué caminos podemos recorrer.

¡Espero que tengas una buena semana!

Saludos,
María Pérez Martín

Estos son los 10 mejores momentos de tu vida ¿Te imaginas?

A mí, no me funcionaría. Soy incapaz de elegir un color favorito. Cuando me preguntan por mi película o libro favorito, colapso. Primero, porque no lo recuerdo, y segundo: ¿por qué tengo que elegir? Me niego a tener favoritos y a limitarme. ¿Para qué? ¿Para que nos encasillen? ¿Para decir que eres de los que les gusta tal cosa?

Así es como veo a las personas: como seres complejos, formados por millones de combinaciones que nos hacen únicos. Por eso no creo en fórmulas mágicas, métodos universales ni teorías simplistas. Sí, lo sé, soy un poco anárquica. Para mí, esas “soluciones” en vez de dar seguridad, nos limitan, nos dicen qué es lo correcto para nosotros sin entendernos realmente.

Esto es lo que quiero hacer en las Exploraciones Creativas, personalizadas, porque cada acompañamiento es único. Lo que le sirve a una persona, no necesariamente le sirve a otra. Sobre todo, a quienes sienten la necesidad de emprender un viaje interno. Porque, al final, lo importante es el camino, no solo el destino.

Vamos a empezar desde lo profundo y auténtico, para luego avanzar hacia lo concreto y tangible, cambiando la perspectiva. Es como vaciar esa mochila pesada que llevamos: llena de creencias que nos limitan, aprendizajes ajenos que hemos acumulado, o cosas que ya no nos representan. Solo dejaremos lo esencial, lo verdaderamente importante.

Es un viaje sin un guion preestablecido, pero con mucho espacio para el descubrimiento y la creación, sin miedo, porque todo estará bien. Solo tiene que salir de un lugar auténtico, de nuestra esencia única. Desde ahí, construiremos ese proyecto que te emociona. Puede estar en cualquier etapa: aun en ideas, en desarrollo, o quizá ya exista, pero quieras reinventarlo. Y cuando digo “proyecto”, puede ser algo personal, profesional o una mezcla de ambos. Puede ser pequeño o ambicioso. Lo único que importa es que sea importante para ti.

Si algo de lo que has leído aquí te resuena, me encantaría que lo compartieras conmigo.