¿Hay alguien del otro lado?

Estamos comunicándonos todo el tiempo, pero ¿realmente nos estamos escuchando? La forma en que aprendimos a comunicarnos ha cambiado. Las reglas del juego ya no son las mismas. O, mejor dicho, ni siquiera hay reglas claras. Basta con un emisor y un mensaje para que parezca que hay comunicación, pero ¿qué pasa con la escucha, la conexión real?

En esta era digital, la comunicación está mediada por algoritmos. Deciden a quién, cómo y cuándo mostrar un mensaje, y miden su impacto en milisegundos. Pero, ¿qué pasa con lo más importante? El mensaje en sí queda en segundo plano.

Consumimos información a una velocidad que supera nuestras posibilidades de retención. Al final del día, ¿cuánto de lo que leemos nos impacta de verdad? Entre tanto ruido, la comunicación se desdibuja, y lo que queda es residuo digital. Probablemente recuerdes las conversaciones más cercanas o alguna noticia que te ha marcado, pero ¿y el resto?

Si para alcanzar a más personas dependemos de las redes sociales (como si fueran bombas arrojadas desde aviones), nuestra comunicación queda profundamente condicionada. Los elementos esenciales que conforman cualquier acto comunicativo se alteran por completo debido al propio medio y sus características:

  • El emisor ajusta su mensaje para encajar en formatos y algoritmos, perdiendo autenticidad.
  • El receptor es una audiencia difusa y anónima, cuya respuesta se mide en métricas, no en comprensión.
  • El mensaje se simplifica para captar atención, sacrificando profundidad.
  • El canal filtra y decide qué se ve y qué no.
  • El contexto desaparece; los mensajes se leen fuera de su intención original.
  • La retroalimentación es una ilusión; no hay un diálogo real, solo números.
  • Las barreras digitales, como el ruido y las distracciones, multiplican las dificultades para conectar.

En este contexto, comunicar se convierte en un reto. ¿Estamos enviando mensajes al vacío, esperando que alguien los recoja, los interprete y, con suerte, responda?

Como decía The Police en su famosa canción:
«I hope that someone gets my message in a bottle…»
«Only hope can keep me together.»

Mi mensaje en mi botella diría algo así:

Querido lector,
Gracias por tomarte el tiempo de recoger esta botella, abrirla y leer su contenido. Quiero que sepas que estoy aquí, para acompañarte, para pensar contigo, para explorar ideas y buscar caminos diferentes. Sin prisas, sin fórmulas predefinidas.

Si crees que podemos compartir un café virtual o en persona, me encantará escucharte y buscar juntos nuevas formas de conectar.

Y si solo estás del otro lado, leyendo esto en silencio, también está bien. Porque, al final, quiero confirmar mi teoría: que sigue habiendo gente al otro lado.