Aunque simplificar y simplicidad parecen palabras similares, creo que cada una tiene un matiz distintivo. Simplificar implica reducir algo complejo a algo más sencillo, pero con el riesgo de perder partes importantes en ese proceso. Incluso puede tener una connotación negativa, como si al simplificar estuviéramos dejando de ver la totalidad de un asunto. Por otro lado, la simplicidad no consiste en quitar, sino en evitar añadir de más. Es mantener lo esencial, lo justo, sin sobrecargar.
Ahí, creo, radica la verdadera virtud: vivir con simplicidad. Es elegir no agregar más de lo necesario, no complicar lo que no es y no buscar ser más de lo que ya somos. La vida puede ser tremendamente compleja, pero vivirla con sencillez requiere mirar lo pequeño, lo manejable, lo que está aquí y ahora.